La salud de los océanos es crucial para combatir la acidificación, el deterioro de arrecifes y la contaminación. Absorbiendo el 25% del CO2 y produciendo el 50% del oxígeno, los océanos son vitales. Con nuevas tecnologías y mapas digitales, todos podemos explorar y proteger estos ecosistemas esenciales.
Explorar y dimensionar la riqueza del océano debe ser prioridad para todos los países, no solamente de Argentina.
Sólo así podremos actuar contra la acidificación de los océanos, el deterioro de los arrecifes de coral y otros ecosistemas marinos, la disminución de las poblaciones de peces o su traslado a aguas menos hospitalarias.
Esto es lo que necesitamos para combatir la acumulación de plástico en los océanos, el consumo derrochador y todas las demás formas de contaminación que amenazan la vida marina.
Océanos, a salvo: un objetivo impostergable
También conviene recordar el papel protector que desempeña el océano en el clima de nuestro planeta: absorbe el 25% de las emisiones de dióxido de carbono, capta alrededor del 90% del excedente de calor resultante y produce casi el 50% del oxígeno que respiramos. Es la mayor biosfera del planeta y alberga hasta el 80% de la vida en la Tierra.
Científicos, gestores medioambientales, pescadores y transportistas, así como ciudadanos de a pie, pueden ahora navegar virtualmente por los océanos y observar los cambios en una amplia gama de indicadores marinos, como la salinidad y los niveles de oxígeno. Por primera vez, todo el mundo es libre de explorar los fondos marinos a su manera.
Al darnos los medios para sumergirnos en la vida en tierra y en los océanos, y en el planeta en su conjunto, gracias a las múltiples posibilidades de análisis, cartografía, predicción e intervención que ofrecen, la UEM y la UEB marcan el nacimiento de una nueva ciencia exacta: la ciencia de los ecosistemas. Ya era hora.
Los ecosistemas se han convertido en una verdadera cuestión política y son objeto de numerosas investigaciones: plantean preguntas para las que aún no tenemos respuestas claras.
Es crucial comprender el estado actual de los ecosistemas, su composición y estructura, y los recursos y servicios que pueden proporcionar para garantizar nuestra supervivencia.
La inteligencia geográfica avanzada para los ecosistemas marinos del mundo ha dado lugar a numerosas iniciativas: se han desarrollado, por ejemplo, sistemas para localizar piscifactorías responsables; un portal para el seguimiento de la vida marina en el Océano Pacífico muestra el impacto del océano en el Producto Interno Bruto; un mapa sobre la importancia de la biodiversidad permite modelizar los hábitats de 2.200 especies en peligro de extinción; el Modelo Nacional del Agua proporciona una estimación continua del caudal de 2,7 millones de ríos en los Estados Unidos continentales; Por último, citemos el Índice de Salud de los Océanos, un índice que evalúa la salud de los océanos.
Cuando los primeros exploradores europeos se propusieron cruzar el Atlántico en el siglo XV, el océano era sólo una forma de llegar a otra orilla, un espacio atemporal e ilimitado, pero de ningún modo un destino.
La protección de los océanos es una cuestión demasiado importante como para abandonarla y abandonarla.
Mientras lidiamos todavía con las consecuencias de la COVID-19 y comienza el Decenio de las Naciones Unidas de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible, aún tenemos los medios para cambiar el curso de los acontecimientos. Es una cuestión determinante ¿Estaremos a la altura de tomar las decisiones correctas?