La invasión de plástico en nuestros océanos es un hecho: de su omnipresencia a su impacto en la fauna marina, nos proponemos explorar el viaje destructivo de este material y cómo combatirlo.
Hay cinco billones de trozos de plástico en el océano. A continuación te explicamos cómo han llegado hasta ahí, qué efectos tiene sobre la vida marina y algunas posibles soluciones.
Plástico en el océano
Cada año llegan al océano 8 millones de toneladas de plástico. Eso equivale a una carga de camión vertida en el mar cada minuto del día.
A partir de ahí, emprende un largo y destructivo viaje. El plástico que entra en el océano puede ser transportado a grandes distancias por las corrientes hasta todas las partes del mundo, incluida la remota Antártida y la fosa de las Marianas, el lugar más profundo de la Tierra. Por el camino, se infiltran en los ecosistemas y causan daños incalculables a la vida marina.
Sin embargo, a pesar de la magnitud del problema, la producción mundial de plástico continúa, lo que supone un riesgo cada vez mayor para los océanos.
¿Qué hace que el océano sea tan vulnerable a la contaminación por plástico y qué podemos hacer para limitar la cantidad que se introduce?
¿Por qué el océano está tan afectado por el plástico?
Increíblemente vasto y profundo, el océano actúa como un enorme sumidero de la contaminación mundial.
Parte del plástico del océano procede de barcos que pierden carga en el mar. Las redes de pesca y los palangres de plástico abandonados -conocidos como artes fantasma- también son una fuente importante, ya que representan alrededor del 10% de los residuos plásticos en el mar. La acuicultura marina también contribuye al problema, sobre todo cuando la espuma de poliestireno que se utiliza para fabricar los armazones flotantes de las jaulas de peces llega al mar.
Pero la mayor parte de los residuos llegan al agua desde tierra. Las condiciones meteorológicas extremas y los vientos fuertes la llevan hasta allí, y la contaminación de las costas es arrastrada rápidamente por las mareas.
El océano es también el punto final de miles de ríos, que transportan toneladas de basura y residuos sueltos desde los vertederos, depositandolos finalmente en el mar.
De hecho, sólo 10 ríos de todo el mundo, ocho de ellos con origen en Asia, son responsables de la mayor parte del plástico fluvial que llega a los océanos: El Yangtsé chino es la mayor fuente, con 1,5 millones de toneladas métricas al año. Esto se debe principalmente a que varios países subcontrataron la gestión de sus residuos plásticos a China. Hasta enero de 2018, cuando prohibió el comercio, China importaba casi la mitad de la basura plástica del mundo.
Una vez en el océano, las duras condiciones y el movimiento constante hacen que el plástico se descomponga en partículas de menos de 5 mm de diámetro, llamadas microplásticos. Esto dispersa el plástico aún más lejos y más profundamente en el océano, donde invade más hábitats y se vuelve prácticamente imposible de recuperar.
¿Cuál es el impacto en la vida marina?
Cientos de miles de animales marinos se enredan cada año en residuos plásticos -especialmente en aparejos fantasma-, lo que limita su movimiento y su capacidad de alimentarse, y les causa heridas e infecciones.
Menos visible es la devastación que se produce por la ingestión de plástico: aves marinas, tortugas, peces y ballenas suelen confundir los residuos plásticos con comida, porque algunos tienen un color y una forma similares a los de sus presas.
El plástico flotante también acumula microbios y algas en la superficie que le dan un olor apetitoso para algunos animales marinos. Una vez que los animales lo consumen, el plástico ingerido puede perforar órganos internos o causar obstrucciones intestinales mortales; también provoca inanición, porque un estómago atiborrado de plástico da al animal la ilusión de estar lleno.
Los microplásticos también se parecen al plancton, que es el alimento de cientos de especies en la base de la cadena alimentaria, lo que significa que el plástico se infiltra en ecosistemas enteros.
Los investigadores han descubierto incluso que organismos tan diminutos como los pólipos de los corales consumen microplásticos con regularidad.
Además, los plásticos absorben los contaminantes que flotan en el océano y contienen sustancias químicas nocivas. Las investigaciones preliminares sugieren que cuando los animales consumen estas partículas infundidas de toxinas, podrían dañar sus órganos, hacerlos más susceptibles a las enfermedades y alterar su reproducción.
El viaje destructivo del plástico a través de nuestros océanos es una dura realidad. Este invasor invisible, que amenaza la biodiversidad y la salud de los ecosistemas marinos, requiere de una acción decidida.
La mitigación de su impacto es tarea de todos, requiere una transformación en nuestra relación con este material y una gestión adecuada de nuestros residuos. No podemos olvidar: la salud de nuestros océanos es la salud de nuestro planeta.