La Antártida, una de las regiones más frágiles y trascendentales del planeta, se encuentra bajo una amenaza cada vez mayor. El cambio climático está desestabilizando la región y comprometiendo el equilibrio de su biodiversidad, desde el krill hasta las ballenas. En este escenario crítico, se discute la creación de cuatro zonas marinas protegidas que podrían llegar a proteger hasta el 26% del océano Antártico, un área que, si se cuida adecuadamente, representaría una esperanza para la región y sus ecosistemas.
La Antártida cumple un papel fundamental en el sistema climático de la Tierra. Sus actúan como un regulador global de la temperatura y ayudan a estabilizar el clima mediante la absorción de dióxido de carbono y el almacenamiento de calor.
Los océanos antárticos contribuyen a las corrientes oceánicas, uniendo los océanos Atlántico, Pacífico e Índico y repartiendo nutrientes y oxígeno que sustentan la vida marina a nivel global. Este proceso, conocido como circulación termohalina, permite que las aguas cálidas del ecuador lleguen hasta el Ártico y el Antártico, y viceversa, manteniendo en equilibrio las temperaturas a nivel global.
¿Qué está en riesgo?
El calentamiento global y el aumento de la temperatura del agua están acelerando el deshielo de los glaciares antárticos, lo que provoca una subida en el nivel del mar que pone en peligro a las zonas costeras.
Al tiempo las variaciones en las corrientes marinas afectan directamente a especies migratorias y al ecosistema marino en su totalidad. La pérdida de especies clave como el krill, podría provocar un colapso en la cadena alimentaria y afectar a muchas especies marinas, desde pingüinos hasta ballenas.
El calentamiento del océano y la acidificación están limitando la función regulatoria de la Antártida en el clima y las corrientes oceánicas, lo que podría agravar el cambio climático y aumentar la frecuencia de fenómenos climáticos extremos.
¿Cuáles son las zonas que se propone proteger?
La Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos en la Antártida ha planteado la formación de cuatro amplias áreas marinas protegidas en el océano Antártico. Estas áreas están distribuidas en puntos estratégicos para maximizar su impacto en la conservación:
- Mar de Weddell: Un área vital por su biodiversidad y el hogar de especies únicas que no se encuentran en ninguna otra parte del planeta. También es un hábitat crucial para especies migratorias y un punto de alimentación de grandes depredadores como focas y aves marinas.
- Antártida oriental: Esta región incluye sistemas de aguas profundas que son fundamentales para la circulación oceánica. Proteger esta zona ayudaría a conservar hábitats esenciales que contribuyen al equilibrio climático.
- Península Antártica Occidental: Una de las áreas más afectadas por el calentamiento global, donde la temperatura ha aumentado tres veces más rápido que en el resto del planeta.
- Área en el sur del océano Antártico: Situada cerca del Círculo Polar Antártico, esta zona alberga ecosistemas marinos relativamente inexplorados, ricos en biodiversidad y menos afectados por la actividad humana.
¿Cuáles son los desafíos?
Lograr un consenso para proteger el 26% del Océano Antártico no es tarea fácil. Aunque la Comisión está compuesta por 26 países más la Unión Europea, cada uno de estos actores tiene intereses geopolíticos, económicos y científicos en la región. La explotación de recursos marinos, la pesca y la posible minería submarina son temas sensibles y puntos de tensión entre las naciones.
En el último encuentro de la Comisión, algunas naciones, en especial Rusia y China, mostraron reticencias a aprobar estas zonas protegidas. Sus preocupaciones radican en la limitación de las actividades económicas en la región, particularmente la pesca.
La comunidad científica y ambientalista advierte que el tiempo para tomar medidas efectivas se agota rápidamente. Cada retraso reduce las posibilidades de que estas zonas protegidas sean eficaces para mitigar los impactos del cambio climático.
¿Qué implica proteger estas áreas?
La implementación de estas cuatro zonas protegidas podría cambiar el rumbo de la conservación en la Antártida, ofreciendo a sus ecosistemas la oportunidad de adaptarse y resistir al cambio climático.
En áreas protegidas, la prohibición de actividades de pesca y la limitación de la interferencia humana podrían permitir la recuperación de especies afectadas y la preservación de hábitats únicos. Además, estas zonas funcionarían como una barrera de seguridad para proteger la biodiversidad frente al avance de industrias extractivas y la explotación de recursos.
Desde un punto de vista científico, estas áreas protegidas también representan una oportunidad única para la investigación y el monitoreo del impacto del cambio climático en un entorno relativamente inalterado. Así, los científicos podrían estudiar los efectos del calentamiento global y probar soluciones de adaptación sin interferencia de actividades humanas.