Para retratar lo erróneo que podemos imaginar el futuro podemos citar una escena de la famosa película El graduado (1966), en donde el joven Ben Braddock, interpretado por Dustin Hoffman, se pregunta por su futuro. Un amigo de la familia bienintencionado le asegura que «el futuro está en los plásticos».
Los plásticos, un tema que hoy es un problema y una temática permanentemente abordada en todos los medios vinculada a la contaminación de océanos y bosques, de playas y ríos.
No obstante, una década antes de ese momento histórico retratado con esta escena del cine hollywoodense, una portada de la revista LIFE de 1955 ensalzaba la promesa de un estilo de vida «desechable», en un momento en que el uso generalizado del plástico aliviaba la carga de las tareas domésticas.
Barato, ligero, maleable e impermeable: el plástico tenía todas las papeletas para convertirse en un producto «milagroso».
Sesenta y cuatro años después, nos estamos dando cuenta de que las mismas propiedades que hacen del plástico un recurso tan versátil con innumerables aplicaciones -su durabilidad y su capacidad para resistir los factores de degradación- significan que es difícil de asimilar para el medio ambiente, cuando no es completamente biodegradable.
En las últimas cinco décadas, la producción de plásticos ha aumentado a un ritmo mucho más rápido que la de otros productos manufacturados, y este fenómeno se ha acentuado especialmente en los últimos quince años Imagen relacionada.
Con la explosión de los plásticos de un solo uso, los efectos de la proliferación de este material en los ecosistemas terrestres y marinos, así como en sectores económicos clave como el turismo y la pesca, y en nuestra salud se han hecho cada vez más evidentes.
Tanto es así que, hoy en día, el mundo ha tomado conciencia de la lacra que supone el uso indiscriminado de productos de plástico.
Apenas pasa un día sin que aparezcan en la prensa noticias y vídeos que se han hecho virales de ballenas encontradas muertas, con el estómago lleno de bolsas de plástico, peces contaminados por microplásticos y ríos de plástico corriendo por el campo.
Ningún lugar parece librarse: incluso se han descubierto restos de residuos plásticos en las fosas submarinas más profundas de la Tierra.
Un trabajo científico publicado en 2015 calculaba que cada año se vierten en los océanos ocho millones de toneladas de residuos plásticos.
Este importante estudio, publicado en la revista Science, también demostró que la mala gestión de los residuos plásticos se concentra en gran medida en una región del mundo: Asia Oriental.
Sin embargo, a principios de 2019, la decisión de China de prohibir las importaciones de plástico está creando una crisis sin precedentes, ya que hay que encontrar nuevas soluciones de tratamiento y reciclaje para 111 millones de toneladas de residuos plásticos.
La industria del reciclaje de plásticos necesita revitalizarse, pero es igualmente vital y urgente innovar en todos los frentes: materiales, modelos de negocio, tecnologías y financiación.
Antaño fruto de la innovación, los plásticos necesitan ahora soluciones innovadoras para remediar las consecuencias de su proliferación.
Países, comunidades, personas y empresas han empezado a actuar, innovar e invertir para combatir el agravamiento de la contaminación marina causada por los residuos plásticos.
Así lo reflejan la resolución de las Naciones Unidas de 2019 sobre los residuos plásticos y microplásticos en el medio marino, la estrategia sobre plásticos de la Unión Europea y la declaración de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático sobre la lucha contra los desechos marinos, así como las iniciativas adoptadas por Indonesia, India, Malasia y Tailandia, los organismos internacionales, regionales y nacionales se están comprometiendo con normativas y políticas responsables, inversiones esenciales para facilitar la reducción de la producción de plástico y una economía circular que permita reciclar los residuos.
Señaladas por las auditorías de marcas, cada vez más frecuentes, las empresas de alimentación y bebidas se implican ahora en la financiación de la gestión de residuos.
La Fundación Ellen MacArthur ha reunido a un gran número de productores de envases, marcas, minoristas, profesionales del reciclado, gobiernos y ONG en torno a una iniciativa mundial para promover la «nueva economía del plástico».
Las empresas trabajan, por ejemplo, en investigaciones y proyectos piloto para aumentar la cantidad de plástico reciclado en las botellas, o para diseñar zapatos y otros bienes de consumo de gama alta a partir de residuos plásticos.
A nivel más local, una región como Asia Oriental y el Pacífico alberga a multitud de innovadores, que están desarrollando soluciones ingeniosas para reducir los residuos plásticos, experimentando con nuevos modelos de negocio y promoviendo la mejora de los medios de vida y los ingresos de la población local.
Por su parte, el Banco Mundial trabaja para hacer frente a la lacra del plástico a escala mundial, regional y nacional.
Lanzado en 2018, PROBLUE es un fondo fiduciario mundial de múltiples donantes dedicado en gran parte al problema de los desechos marinos.
Así, se ha hecho de los plásticos en el medio marino una de las áreas prioritarias de intervención en Asia Oriental: se ha desarrollado un marco regional y un plan de acción en torno a esta cuestión para armonizar sus actividades en los distintos sectores y países afectados. Ya está trabajando con varios países para aplicar las políticas y normativas necesarias, mejorar el análisis y la capacidad y financiar las inversiones esenciales.
En Indonesia, se ha creado un fondo fiduciario multidonante para los océanos que contribuirá a financiar iniciativas esenciales para frenar la contaminación marina en el archipiélago.
También está apoyando la elaboración de planes de acción nacionales sobre el plástico en Filipinas, Vietnam, Camboya, China, Tailandia y Myanmar, con evaluaciones y análisis de las políticas públicas.
Nuestro equipo también se ha comprometido a reunir a los sectores público y privado para promover y desplegar soluciones innovadoras en toda la industria del plástico.
El objetivo es actuar en sentido ascendente, apoyando la producción de plásticos vegetales y biodegradables, y en sentido descendente, desarrollando tecnologías innovadoras de reciclado y recuperación de residuos.
A medida que exploramos nuevas formas de reducir los productos y envases de plástico al tiempo que mejoramos el reciclado, naturalmente tenemos que asegurarnos de sopesar las ventajas y desventajas de los nuevos materiales, la reformulación y reutilización de productos, el reciclado de materiales y las tecnologías de conversión de residuos en energía, frente a los retos específicos a los que se enfrentan los países de una región diversa.
La era de oro del plástico
Lo que una vez fue una nueva y maravillosa forma de vida se ha ido convirtiendo poco a poco en un pequeño inconveniente localizado.
Finalmente, estamos viendo nuestro obsesivo gusto por el plástico como lo que ahora es: una plaga mundial, con costes y efectos tangibles.
La lucha contra los residuos plásticos se beneficia ahora de una ola de innovación que debemos aprovechar si queremos dar la espalda a la cultura del usar y tirar y avanzar hacia un futuro responsable.