Casi invisible, el ciclo de la sal también ha sido modificado por la actividad humana. Este cambio en el ciclo de la sal supone una amenaza creciente para las sociedades humanas y la biodiversidad, ya que podría hacer que el agua dulce no fuera potable
La sustentabilidad es el tema del momento, mucho más vinculado al agua marina y un recurso clave: la sal
¿Debería introducirse un nuevo límite mundial? Esa es, al menos, la demanda de los autores de un reciente estudio publicado en Nature Reviews Earth & Environment, que analiza el gran impacto de las actividades humanas en el ciclo de la sal, un ciclo poco conocido que está atacando tanto a la salud humana como a recursos vitales para la sociedad: el agua dulce, el suelo y el aire.
Los investigadores calculan que más de mil millones de hectáreas en todo el mundo están afectadas por una problemática acumulación de sal debida a las actividades humanas.
El ciclo de la sal perturbado por la actividad humana
Cuando los investigadores hablan de sal, no se refieren específicamente a la sal alimentaria, el cloruro sódico, la sal utilizada en la cocina. Hablan también de todas las sales que se producen de forma natural, las derivadas del potasio, magnesio, calcio, cloro, etc.
La sal es un elemento natural útil en el ciclo vital de muchas especies biológicas, incluida la humana, donde el sodio desempeña un papel central en el equilibrio hídrico de las células, el mantenimiento de las transmisiones nerviosas y musculares y la absorción de diversos nutrientes.
Por lo general, se trata de un ciclo salino lento y equilibrado, cuyos excesos en la naturaleza se limitan actualmente a determinadas zonas del mundo, como las zonas áridas y semiáridas de África, Sudamérica y Asia.
Cuando las sales se acumulan, se habla de «salinización», es decir, de aumento de la concentración de iones en una zona determinada. Las precipitaciones, la alteración de las rocas (en particular la erosión hídrica), la intrusión del agua de mar y los aerosoles arrastrados por el viento son fenómenos naturales capaces de salinizar los ecosistemas.
Pero la actividad humana ha vuelto a invertir un ciclo natural, el de la sal. La minería, la agricultura, las nuevas construcciones y el deshielo de las carreteras en las zonas más frías del planeta contribuyen a la acumulación de sal en la naturaleza, en el aire, en el agua y en el suelo.
Este fenómeno ha sido menos visible que otras formas de contaminación, como la eutrofización, la lluvia ácida o el drenaje ácido de minas, que producen aguas de color naranja no aptas para la vida.
Mientras que los daños causados por la salazón de las carreteras se identificaron ya en la década de 1960, la salinidad de los ecosistemas no empezó a ser motivo de preocupación hasta mediados de la década de 2000.
Los problemas de salinidad destruyen cada año 10 millones de hectáreas de tierras de cultivo, según Naciones Unidas, haciéndolas menos fértiles y productivas, además de contribuir a la contaminación mundial del agua dulce.
¿Está desapareciendo el agua potable?
Uno de los principales recursos para la vida en la Tierra, el agua dulce, está directamente amenazado por la salinización de los ecosistemas, en lo que los investigadores han denominado el «síndrome de salinización del agua dulce».
La salinización puede tener una serie de consecuencias para el agua dulce, como la acumulación de sodio (sodificación), un aumento del pH, una transformación de la vida microbiana y de los fenómenos bioquímicos en medios acuosos, etc.
Determinados ecosistemas, en función de su composición geológica y biológica (animales, plantas, vida microbiana). Pero, en realidad, nadie conoce realmente la magnitud de la crisis de la sal en el mundo.
La diversidad de sales procedentes de distintas fuentes dificulta la predicción de los posibles efectos cóctel de la acumulación de sal sobre la salud humana y la biodiversidad.
Y cuando se mezcla con otras formas de contaminación natural, procedente de la erosión de las rocas por ejemplo, o antropogénica (agricultura, construcción, minería), este fenómeno podría ser una bomba de relojería para las sociedades humanas.
¿Qué pasaría si vastas masas de agua potable se vieran alteradas por la contaminación salina? Las poblaciones dependientes se encontrarían totalmente desamparadas.
A esto se añaden las consecuencias negativas de la sal sobre los ecosistemas y el clima. La salinización de las zonas heladas derretiría el hielo, aumentando la subida del nivel de las aguas y el riesgo de inundaciones asociado.
La salinización es un tema especialmente preocupante, se inquieta uno de los autores del estudio publicado en Nature, Sujay Kaushal, profesor de geología de la Universidad de Maryland, porque por el momento la sal todavía no es considerada por todos como un contaminante del agua.
Este desequilibrio creciente exige que el ciclo de la sal y sus repercusiones en la calidad del agua se tengan realmente en cuenta en las políticas públicas.
Como señala otro estudio de 2021 sobre el impacto de la sal procedente de las actividades humanas en el agua dulce, los datos aún no son lo bastante precisos para comprender la amplitud y la peligrosidad del fenómeno de salinización, y las tecnologías existentes, en particular la desalinización del agua, siguen siendo costosas en términos de recursos para su explotación.
La primera tarea de las sociedades humanas es, pues, reducir en origen las formas de contaminación capaces de degradar la calidad del agua, sobre todo cuando se trata de salar las carreteras en los países fríos.