Bosques y océanos, dos grandes víctimas de la actividad humana

Bosques y océanos, dos grandes víctimas de la actividad humana

La contaminación y la sobreexplotación debilitan los bosques y océanos, esenciales para el clima y la biodiversidad.

Contaminación acústica, hidrocarburos, plásticos, pesticidas, sobreexplotación… Los océanos y los bosques son esenciales para el ser humano, pero las actividades humanas siguen debilitando y destruyendo estos ecosistemas. 

Los productos de las actividades humanas vertidos en el océano y los bosques contaminan y tienen muchas consecuencias en sus ecosistemas. 

El ejemplo de la contaminación por plásticos es alarmante: con 8 millones de toneladas vertidas al océano cada año, las consecuencias son numerosas y devastadoras. El plástico se insinúa en todos los aspectos de nuestra vida y hace aún más vulnerables los ecosistemas terrestres y marinos, ya debilitados por el cambio climático. 

Se calcula que el 90% de las aves marinas tienen fragmentos de plástico en el estómago. 

Todos estos residuos procedentes de las actividades humanas repercuten directamente en la fauna, pueden provocar lesiones y, en muchos casos, la muerte prematura. 

Los residuos plásticos a veces se convierten en micropartículas de plástico que, como los pesticidas, dispersan materiales tóxicos peligrosos para los animales y los ecosistemas terrestres y acuáticos, pero también para los seres humanos.

El plástico puede liberar sustancias químicas nocivas en el suelo circundante, que luego se infiltran en las aguas subterráneas u otras fuentes de agua cercanas. 

Estos microplásticos pueden encontrarse en forma de fragmentos, que una vez en la naturaleza contaminan, no sólo por los ingredientes que los componen, sino también por su propiedad absorbente similar a una esponja que puede recuperar y transportar sustancias químicas y tóxicas. 

El 80% de la contaminación de los océanos procede de los ríos. Para reducir la contaminación por plásticos en su origen es necesario, por tanto, situarse río arriba para comprenderla y evitarla. 

Con los proyectos que inisten en dejar de usar plásticos de un solo uso, se quiere combinar la ciencia participativa y la inteligencia artificial para estudiar esta contaminación que comienza en tierra, antes de desembocar en el mar. 

Conocer y comprender el origen y la distribución de los residuos en los cursos de agua nos permite apuntar directamente a las zonas de acción prioritarias y actuar localmente para acabar con ella. 

Este gesto ciudadano posible gracias a una aplicación muestra una vez más la necesidad de replantearnos nuestra producción y nuestro consumo de plástico, que siempre acaba donde no debe: en nuestros bosques, el lecho de nuestros ríos y nuestros océanos. Los manglares, esos bosques entre la tierra y el mar, se ven especialmente afectados por la contaminación debida a las actividades humanas, ya que están sometidos a la contaminación simultánea que sufren los bosques y los mares. 

Gestión forestal y marina en Argentina

En Argentina, la lucha contra la contaminación y la sobreexplotación de los ecosistemas es un desafío constante. 

Los esfuerzos por preservar los bosques incluyen políticas de reforestación y prácticas de tala responsable, mientras que la protección de los océanos se centra en reducir la contaminación plástica y establecer áreas marinas protegidas. Iniciativas como la Ley de 

Bosques y proyectos de monitoreo ambiental son cruciales, pero requieren un apoyo continuo y financiamiento adecuado para ser efectivos. 

La colaboración entre gobierno, ONGs y la comunidad es esencial para enfrentar estos desafíos y proteger los valiosos ecosistemas del país.

No es el único caso que requiere esfuerzos, en paises como Camerún, no es raro encontrar hidrocarburos en los manglares (a escala mundial, la cantidad de hidrocarburos introducidos en los océanos por la actividad humana se estima en seis millones de toneladas al año), pero también botellas de plástico y otros residuos humanos. 

Por eso es necesario poner barreras naturales contra el plástico para proteger las plantaciones de manglares, también reforzar los esfuerzos de las políticas estatales y de ONG para promover estas movidas ambientalistas que apuntan a solucionar estos problemas.

Cada día, además de contaminar, las actividades humanas sobreexplotan la naturaleza. 

Por eso, desde hace unos años, para sacar a la luz estos excesos, se habla del día del sobregiro. 

Lo calcula la ONG Global Footprint Network y corresponde a la fecha del año a partir de la cual la humanidad ha consumido todos los recursos que el planeta es capaz de regenerar en un año. En los últimos 40 años, las poblaciones de especies marinas han disminuido un 39%. 

La sobrepesca es un factor clave, ya que el 29% de las poblaciones de peces del mundo están sobreexplotadas. 

La sobreexplotación de la madera está vinculada principalmente a la irrupción de la madera ilegal. 

Según un estudio de 2010, se presume que el 23% de los productos forestales importados en Europa son de origen ilegal.  

Bosques y océanos: Preservarlos es urgente

 Los bosques y los océanos son, por tanto, ecosistemas esenciales para la lucha contra el calentamiento global y la supervivencia de la biodiversidad y del ser humano. 

Comprenderlos, conocer sus vulnerabilidades y las causas de su peligro es esencial para sensibilizar a la población con el fin de reducir en la medida de lo posible el impacto negativo causado por las actividades humanas. 

En el último informe del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático), los expertos presentan una serie de soluciones denominadas desarrollo resistente al clima y recuerdan que la protección y restauración de los ecosistemas son esenciales. 

Los riesgos climáticos pueden reducirse potenciando la naturaleza. Avanzar hacia soluciones que respeten la naturaleza y se inspiren en ella es una necesidad, no una opción. 

A largo plazo, el coste que generarán será menor en comparación con los costes de las consecuencias del cambio climático. 

Si no reaccionamos, serán los que ya son más vulnerables los que pagarán un alto precio, y en general nadie saldrá indemne. 

Debemos adaptar nuestros estilos de vida para limitar al máximo los efectos nocivos del calentamiento global. La supervivencia de ecosistemas enteros, en tierra y en nuestros mares, depende de ello. 

Algunas consecuencias son ya irreversibles, pero aún es posible actuar por un futuro en un mundo habitable.

 Para ello, es esencial limitar el calentamiento global a 2°C, y no tenemos tres años para hacerlo, debemos actuar ya.   

Debemos estar comprometidos con estos dos ecosistemas esenciales: para la preservación de los bosques y para la protección de los océanos.