Minería de aguas profundas, pesca industrial, transporte marítimo… En los últimos treinta años, las actividades humanas se han expandido masivamente en nuestros océanos, donde la regulación es prácticamente inexistente.
Los océanos son vitales para la supervivencia humana y de tantos otros seres vivos, fundamentales para el planeta y un tesoro a proteger. Por eso, el «New Scientist» advierte de la urgente necesidad de regular la fiebre del oro azul.
En la década de 1970, el pequeño estado insular de Nauru fue brevemente uno de los países más ricos del mundo.
Su renta per cápita era equivalente a la de Arabia Saudí, salvo que su riqueza no procedía del petróleo, sino de los excrementos.
Durante miles de años, las aves marinas dejaban caer sus excrementos en la isla cuando estaban de paso, creando una gruesa capa de guano rico en fosfatos, ingrediente esencial en la fabricación de fertilizantes.
Pero el glamour no dura para siempre: a principios de la década de 2000, ya no quedaba nada de todo ese guano. Hoy, Nauru ya no es rico, pero está a la vanguardia de la explotación de otro recurso, y no sin polémica. Desde 2021, el país pretende poner en marcha la minería de aguas profundas lo antes posible, posiblemente ya en 2023.
El ejemplo microcósmico de Nauru ilustra muy bien la situación mundial. A medida que aumenta la competencia por la tierra y se agotan los recursos terrestres, los gobiernos y las empresas se vuelven hacia alta mar y los fondos marinos, que creen que encierran la próxima ganancia inesperada. Ya se trate de prospección minera, transporte marítimo, energía, turismo, desalinización, tendido de cables, bioprospección… la lista es interminable: los sectores de actividad que dependen del medio marino están en pleno auge.
Límites (necesarios) a la ambición bajo el agua
Las actividades humanas se expanden hacia los confines más profundos de nuestros océanos.
La falta de regulación efectiva ha permitido que la explotación de los recursos marinos florezca y se acelere en los últimos treinta años, con repercusiones significativas para la salud de nuestros ecosistemas acuáticos.
Es por esta razón que la urgencia de abordar esta situación es innegable. Los océanos, fundamentales para la vida en la Tierra, son un tesoro que requiere protección. El llamado a la acción por parte de expertos, es claro: se necesita una regulación robusta para controlar la fiebre del oro azul que está afectando a nuestros mares.
El caso de Nauru, una vez rico por sus depósitos de guano, ahora se enfrenta a un nuevo capítulo en su historia de explotación de recursos naturales.
Con planes para iniciar la minería en aguas profundas en un futuro cercano, el país se encuentra en el centro de una polémica sobre los límites de la actividad humana en el océano.
A medida que la competencia por los recursos terrestres se intensifica, convirtiéndose en una carrera porque los recursos naturales en tierra se van agotando, las miradas se vuelcan hacia el vasto océano como una fuente potencial de riqueza.
Desde la prospección minera hasta el turismo, los sectores económicos que dependen del mar están en un crecimiento constante, lo que subraya la necesidad urgente de una gestión responsable y sostenible de nuestros océanos.
En este escenario, el desafío reside en encontrar un equilibrio entre el desarrollo económico y la conservación ambiental, garantizando así la salud y la vitalidad de nuestros mares para las generaciones futuras.