La producción pesquera se ha multiplicado por 7 en medio siglo. Observar las fases de su desarrollo es motivo de gran preocupación para el futuro.
Los océanos no son infinitos, por ello, la pesca debe ser sustentable ¿Cómo se logra este ambicioso objetivo? Veamos.
Pesca sustentable, la única pesca posible
De 1950 a mediados de los años 70, el volumen de producción pasó de 20 a 60 Mt. Tras la Segunda Guerra Mundial, las flotas reconstruidas de los países desarrollados pescaron abundantes poblaciones, que habían podido reponerse durante el conflicto.
Luego vino la modernización de las flotas, con nuevas técnicas de pesca (arrastre de popa, redes de cerco más grandes), buques más grandes que podían almacenar más pescado y la capacidad de los buques factoría para procesar el pescado en el mar (congelación, enlatado).
Fue una época de prospección y producción de nuevas pesquerías mediante el despliegue de flotas industriales de los países del Norte en las aguas del Tercer Mundo, donde el acceso seguía siendo libre.
Esto se conoció como la Revolución de la Pesca, por analogía con la Revolución Verde. Al mismo tiempo, la demanda crecía, tanto para el consumo humano, que se abría a los alimentos congelados, como para la alimentación animal (cerdos, pollos, peces), que absorbía harinas y aceites.
Evolución de la producción mundial de la pesca y la acuicultura
Tras las crisis del petróleo de los años 70, el crecimiento se ralentizó notablemente. La pesca tradicional en el Atlántico y el Pacífico perdió fuelle.
La subida de los precios de la energía llevó a varias flotas a dejar de explotar pesquerías lejanas que habían dejado de ser rentables.
El modelo económico anterior de la industria pesquera se está poniendo en tela de juicio, y asistimos a la reagrupación de empresas pesqueras y a la reubicación de flotas que se acercan a las zonas de pesca y de primera transformación.
A pesar de ello, gracias a una mayor diversificación de las especies, la producción siguió aumentando hasta alcanzar 80 Mt a mediados de los años ochenta.
Desde 1990, la producción se ha estabilizado en torno a 85 Mt, con subidas y bajadas ligadas a los efectos de El Niño sobre la presencia de la anchoa peruana.
A partir de los años 90, las capturas se estancaron, pero la acuicultura se desarrolló. Con 60 Mt producidas en 2010 para el consumo humano (41% de la producción total), incluyendo casi 20 Mt procedentes del mar, la acuicultura ha confirmado su dinamismo y el papel fundamental que desempeña en el suministro de proteínas animales.
Se habla de revolución acuícola, ya que la producción se ha multiplicado por 12 desde 1980, gracias al dominio de ciclos vitales completos, incluida la reproducción en medio cerrado. Mientras que la cría de carpas de agua dulce y la cría de moluscos existen desde hace mucho tiempo, el cultivo de especies marinas es más reciente, especializándose en unas pocas especies de peces, así como en moluscos, gambas y algas.
Asia representa 9/10 partes de la producción acuícola mundial, siendo China el principal productor.
Aunque Japón sigue siendo el principal productor de algas comestibles, la cría de gambas se ha desarrollado en casi todos los países de Asia tropical, así como en América tropical y África, a menudo como complemento de la pesca. Nuevas naciones pesqueras como Indonesia, India, Myanmar y Filipinas están despegando.
Los peces de agua dulce (sobre todo carpas, tilapias y siluros) representan la mayor parte, con 33,7 Mt. Los salmónidos representan la mayor parte de los peces diádromos, seguidos de las anguilas y los esturiones (para caviar); el salmón, ya sea del Atlántico o del Pacífico, se limita a las aguas templadas frías y proporciona actualmente una producción mucho mayor que la pesca (sólo el 1% del salmón del Atlántico es salvaje).
Del mismo modo, más de la mitad (55%) de las gambas son de piscifactoría, lo que representa el 70% de la producción de moluscos. La producción de moluscos (14 Mt) está diversificada y abarca desde especies tradicionales (mejillones, ostras) hasta nuevas especies de rápido crecimiento (almejas, berberechos) y el apoyo a especies debilitadas por la sobrepesca (vieiras).
La piscicultura marina se está centrando en especies de alto valor añadido (lubina, dorada, rodaballo) y tiene grandes esperanzas puestas en la cría de bacalao y atún rojo.
Aunque puede haber aparecido como una forma de compensar el declive de la pesca, el desarrollo de la acuicultura encuentra actualmente límites que la frenan. Varias epizootias y mareas negras han demostrado la vulnerabilidad de este tipo de producción.
Al mismo tiempo, la acuicultura consume zonas costeras que ya están muy solicitadas por otras actividades, y puede tener un impacto negativo sobre ciertos medios (manglares) y ciertas especies salvajes.
El interrogante pasa por pensar en todo este panorama con foco en la sustentabilidad. De modo que las estrategias hacia una pesca sustentable se vuelven imprescindibles para equilibrar la explotación con la preservación de los recursos marinos.
Algunas claves para lograr la sustentabilidad
Para lograr la sostenibilidad en la pesca y acuicultura reside en la implementación de prácticas responsables. Esto incluye la gestión de cuotas de pesca basadas en estudios científicos, la limitación de las capturas accesorias mediante tecnologías más selectivas y la creación de áreas marinas protegidas. Estas acciones buscan reducir la sobreexplotación de especies marinas y promover su regeneración natural.
Asimismo, la acuicultura, aunque presenta una solución para la creciente demanda de productos marinos, también debe desarrollarse bajo un marco regulatorio que minimice su impacto ambiental. Esto implica optimizar el uso de recursos naturales, implementar técnicas de cría que reduzcan la dependencia de las harinas de pescado y mejorar la calidad de las aguas utilizadas en las instalaciones.
En el marco de la sustentabilidad, es esencial que las políticas pesqueras se alineen con los objetivos globales de conservación.
La colaboración entre gobiernos, organizaciones pesqueras y científicos es fundamental para asegurar la protección de los ecosistemas marinos y garantizar que la industria pesquera siga siendo viable para las futuras generaciones.
Al final, la única forma de asegurar la pesca a largo plazo es integrando plenamente la sostenibilidad en el corazón de las decisiones económicas y políticas.
La transición hacia prácticas más responsables es un desafío, pero es imperativa. El enfoque debe ser hacia la pesca sustentable, donde la explotación y la conservación se equilibren, permitiendo que los océanos continúen siendo una fuente vital de alimentos, trabajo y biodiversidad.