El declive de las ballenas grises y jorobadas en los océanos Pacífico y Atlántico se atribuye a la escasez de alimentos provocada por el aumento de la temperatura de los océanos.
Los océanos están en alerta. Entre diciembre y febrero de cada año, miles de ballenas grises (Eschrichtius robustus) migran desde las frías aguas del norte del Océano Pacífico hasta las más cálidas de Baja California, en México, para dar a luz a sus crías.
Antes de emprender este extenuante viaje, las madres necesitan acumular grandes cantidades de energía, principalmente almacenada en forma de grasa.
Sin embargo, debido al calentamiento de los océanos, las poblaciones de anfípodos, pequeños crustáceos que constituyen la base de su dieta, están disminuyendo drásticamente.
Como resultado, las ballenas no tienen suficiente alimento y muchas de ellas no consiguen terminar su viaje o mueren antes de regresar a casa.
Los investigadores dan la voz de alarma
Este análisis fue presentado por dos investigadores que comenzaron a monitorizar el estado de los cetáceos en 2017 mediante el uso de drones. En 2018 descubrieron que su estado se estaba deteriorando, coincidiendo con un descenso en su tasa de reproducción.
Ese mismo año comenzó lo que los científicos denominan un inusual evento de mortalidad que, ya en su tercer año consecutivo, ha provocado la muerte de 378 ejemplares.
Lo que parece estar ocurriendo es que un gran número de ballenas grises abandonan sus zonas de alimentación ya en un estado nutricional deficiente y cuando han completado la temporada de reproducción en México han agotado sus reservas de energía y mueren de hambre. Habrá que seguir investigando para demostrar con certeza esta tesis.
También en el océano Atlántico
Una situación similar se ha registrado en el océano Atlántico, donde el declive está afectando a las ballenas jorobadas (Megaptera novaeangliae).
En el Golfo de San Lorenzo, en la costa canadiense, en los últimos 15 años los nacimientos han disminuido considerablemente.
El culpable en este caso también es el calentamiento global, que está reduciendo el número de arenques disponibles para que las hembras se alimenten.
Según la investigadora Joanna Kershaw, que dirige el equipo que estudió la zona, sin suficiente alimento las madres tienen dificultades para amamantar a sus crías.
Por qué debemos salvar a las ballenas
Proteger a las ballenas es fundamental tanto para preservar el bienestar de los ecosistemas en los que existen como porque representan un arma preciosa contra el cambio climático.
De hecho, sus excrementos fertilizan el fitoplancton, que desempeña un papel crucial en la regulación del clima, ya que absorbe dióxido de carbono y, al final de su ciclo vital, se hunde en el abismo, arrastrando consigo el carbono.