En muchos países, hasta el 90% de las aguas residuales terminan en los océanos, llevando lodos tóxicos, metales pesados y residuos industriales. Estos contaminantes afectan gravemente la salud humana y la vida marina, como se ha visto en Japón con el mercurio y en Fukushima con la radiación. En Argentina, la contaminación de ríos y mares es un desafío, y por ello, la necesidad urgente de mejorar la gestión de residuos y proteger nuestros ecosistemas acuáticos.
En muchos países en desarrollo, el 80 al 90% de las aguas residuales terminan directamente en los océanos, e incluso en los países desarrollados, las redes de saneamiento no siempre evitan que las bacterias y los productos químicos lleguen al medio marino.
Lodos tóxicos, solventes, metales pesados, hidrocarburos, ácidos diversos, residuos de todo tipo: cada año, cientos de toneladas de desechos industriales tóxicos terminan en los océanos después de ser vertidos en la naturaleza por algunos industriales.
Difíciles de cuantificar porque a menudo se generan fuera de todo control y marco legal, estos desechos pueden tener consecuencias graves para el medio marino y la salud humana.
Contaminación marina y sus consecuencias
Es el caso del plomo o el mercurio, que se encuentra cada vez más en algunas especies de peces destinados al consumo humano.
El mercurio puede tener efectos tóxicos graves en los sistemas nervioso, digestivo e inmunitario, y en los pulmones, riñones, piel y ojos.
Así es como en el pequeño pueblo costero de Minamata, en Japón, en la década de 1950, varias miles de personas murieron de una enfermedad hasta entonces desconocida. Solo años después se descubrió que todos los peces y mariscos de la bahía, que eran el principal medio de subsistencia de la población local, habían sido contaminados por los vertidos de cloruro de metilmercurio de una fábrica vecina.
Las contaminaciones bacteriológicas provienen principalmente de las deyecciones humanas o animales que, una vez en los océanos, exponen a los bañistas a gastroenteritis, hepatitis, etc. Solo en los Estados Unidos, cerca de 3,5 millones de personas contraen cada año una enfermedad debido a la contaminación de las aguas de baño, y en Europa, a pesar de la presencia de plantas de tratamiento, las cierres de playas por la mala calidad del agua se multiplican.
En la costa de Japón, el agua utilizada para enfriar los reactores de la central nuclear de Fukushima en 2011, vertida irradiada por miles de toneladas en el océano, ha propagado numerosos elementos radiactivos.
Después de las consecuencias de las pruebas nucleares, la inmersión de desechos radiactivos –legalmente– hasta la década de 1980, luego la nube de Chernóbil, sin olvidar los restos de submarinos nucleares como el USS Scorpion o el Kursk que yacen en el fondo marino, estas dosis de radiactividad no son las primeras que han tenido que absorber los océanos, independientemente de su radioactividad natural.
En Argentina, la contaminación de las aguas también es un problema significativoque afecta tanto el medio ambiente como la salud humana.
La falta de control y regulación adecuada permite que muchos de estos desechos industriales terminan en ríos y mares, acumulándose en especies de peces destinados al consumo humano.
Asimismo en el país, también la presencia de mercurio en estos peces puede causar efectos tóxicos graves en el sistema nervioso, digestivo e inmunitario de las personas, además de afectar los pulmones, riñones, piel y ojos.
Las contaminaciones bacteriológicas, provenientes principalmente de las deyecciones humanas y animales, también representan un riesgo. Exponen a los bañistas a enfermedades como gastroenteritis y hepatitis.
A pesar de la presencia de plantas de tratamiento de aguas, en algunas regiones se siguen registrando cierres de playas por la mala calidad del agua.
La gestión deficiente de residuos y la falta de infraestructuras adecuadas contribuyen a que la contaminación siga siendo un problema crítico en Argentina, resaltando la necesidad de implementar medidas más efectivas para la protección de nuestros recursos hídricos.
Salud pública
Las contaminaciones químicas provienen de los centros industriales así como de los productos de nuestra vida cotidiana: medicamentos usados, cosméticos, detergentes, pinturas, etc., liberan en el medio ambiente moléculas que tienen efectos no solo en el medio marino sino también en la salud humana.
Algunos son, por ejemplo, potentes disruptores endocrinos que pueden causar problemas de reproducción (perturbación en la maduración sexual, disminución de la fertilidad y malformaciones de los órganos reproductores.
La contaminación con metales pesados puede tener efectos tóxicos graves en los sistemas nervioso, digestivo e inmunitario, además de afectar los pulmones, riñones, piel y ojos.
Es esencial aumentar la conciencia pública y adoptar medidas más estrictas de regulación para reducir estos impactos y proteger tanto el medio ambiente como la salud humana.
El manejo adecuado de residuos, la implementación de tecnologías de tratamiento más efectivas y una mayor regulación de las emisiones industriales son cruciales para mitigar la contaminación marina.
Solo mediante un esfuerzo concertado a nivel global y local se podrá reducir la carga de contaminantes en nuestros océanos y asegurar un futuro más saludable en el futuro y para nuestros descendientes.