Ballenas jorobadas: una especie marina clave para combatir el cambio climático

 Ballenas jorobadas: una especie marina clave para combatir el cambio climático

Desde el comienzo de la era industrial, el cambio climático producido por las actividades humanas ha ido incrementando la temperatura del planeta a niveles nocivos para sus ecosistemas. Hasta el momento, los científicos habían enfocado sus esfuerzos por contrarrestar los efectos de los gases de efecto invernadero en los bosques de todo el mundo. Sin embargo, recientemente han descubierto que una especie marina podría ser clave para combatir el calentamiento global. 

Las ballenas jorobadas, a menudo valoradas tan solo como un espectáculo marino para los turistas, han demostrado ser grandes aliadas en la lucha contra el cambio climático. Los científicos calculan que, a lo largo de sus vidas, estos animales son capaces de capturar una cantidad de dióxido de carbono (CO2) mucho mayor a la que absorben los árboles.

Gracias a su longevidad y sus hábitos alimenticios, esta especie posee un impacto ambiental inigualable para el planeta. Y es que además de contribuir a mitigar el cambio climático, sus excrementos son de vital importancia para la producción de fitoplancton, el primer eslabón de la cadena alimenticia marina.

¿Cómo la recuperación de las ballenas jorobadas ha contribuido a combatir el cambio climático?

A comienzos del Siglo XX, el nivel de la caza comercial de ballenas era tan alto que varias especies se encontraban en peligro de extinción. Se estima que alrededor de 1930, se sacrificaban más de 50 mil ejemplares cada año. Pero en 1986, la Comisión Ballenera Internacional (CBI) decidió prohibir la caza para intentar recuperar sus poblaciones diezmadas. 

Esta medida permitió que especies como la ballena jorobada puedan reproducirse sin la amenaza de la pesca industrial. La bióloga marina Jackie Hildering explica que en los últimos años ha habido un aumento significativo de las poblaciones que ella estudia en las costas de la ciudad canadiense de Vancouver, donde hace dos décadas era raro avistar más de 3 ejemplares en una temporada, pero ahora se pueden ver más de 100 cada año.

Este incremento no solo ha sido un triunfo para la conservación de la especie, sino que además ha  resultado sumamente beneficioso para el medioambiente, ya que cada ejemplar de estas ballenas puede secuestrar la misma cantidad de dióxido de carbono que 30 mil árboles.

¿Cómo es que las ballenas jorobadas capturan CO2? 

De acuerdo con un estudio reciente llevado a cabo por científicos a pedido del Fondo Monetario Internacional (FMI), cada ballena jorobada es capaz de capturar hasta 33 toneladas de dióxido de carbono a lo largo de su vida. En el mismo período, un árbol solo puede almacenar cerca de un 3% de esa cantidad. 

Investigadores del Instituto Noruego de Investigación Marina han demostrado que el excremento de estas ballenas libera nutrientes esenciales como el fósforo, el hierro y el nitrógeno, que son cruciales para el crecimiento del fitoplancton. De hecho, se estima que las aguas en las que nada la ballena jorobada tienen hasta 10 millones de veces más de hierro que aquellas en las que no. 

El fitoplancton que se desarrolla gracias a estos desechos es esencial para mantener la salud de los océanos. Estas pequeñas algas absorben dióxido de carbono mediante el proceso de fotosíntesis y lo convierten en oxígeno, mejorando la calidad del aire. Pero además de secuestrar CO2, el fitoplancton es la base fundamental en la cadena alimentaria marina, por lo que beneficia a una amplia variedad de especies. 

Por si esta contribución a la salud ambiental no fuera suficiente, cuando las ballenas jorobadas mueren, sus cuerpos se hunden en el fondo del océano, arrastrando con ellos el carbono almacenado y manteniéndolo fuera de la atmósfera durante siglos. 

Proteger las ballenas jorobadas es cuidar el futuro del planeta

A pesar de su importancia, las ballenas jorobadas continúan enfrentando amenazas como la muerte al quedar atrapadas en las redes de arrastre utilizadas por la industria pesquera y la contaminación plástica de los océanos. De acuerdo con datos provistos por la Organización de las  Naciones Unidas (ONU) actualmente solo quedan 1.3 millones de ballenas en el mundo. 

Es por eso que organizaciones ambientalistas como Greenpeace siguen trabajando para proteger a estos animales y sus hábitats. Sin embargo, nada será suficiente si las autoridades mundiales no se comprometen a promover la adopción de prácticas sostenibles entre las empresas y la implementación de tratados internacionales de conservación para asegurar su futuro y el de toda la biodiversidad marina.