Las fábricas vertían sustancias químicas tóxicas en sus frágiles aguas. Los vertidos de petróleo cubrían sus costas. Y las ciudades las inundaban con tantas aguas residuales que los turistas corrían el riesgo de contraer enfermedades infecciosas. La contaminación era tan grave que muchos temían que el Mediterráneo, que había sustentado la civilización humana durante 4.000 años, se estuviera muriendo. El mundo puso un freno y ahora la consciencia sobre el tema está en lucha para revertir lo que ya ocurrió
El mar conocido en el mundo como el más azul y claro estaba en peligro. El Mediterráneo, que antes era un símbolo de los beneficios de los mares para el hombre, se convirtió en un símbolo del impacto destructivo del hombre sobre los mares.
En 1975, Tolba y otros miembros del recién creado PNUMA decidieron que la única forma de salvar el mar era mediante un tratado internacional en el que participaran sus casi dos docenas de Estados costeros.
Un año después, y a pesar de lo que en muchos casos eran profundas tensiones políticas, 13 países firmaron el Convenio de Barcelona para la Protección del Mar Mediterráneo contra la Contaminación.
Con el tiempo, los Estados restringirían a los buques el vertido de aguas de lastre llenas de productos químicos; protegerían a los animales en peligro de extinción, como las tortugas y las focas monje; establecerían planes de respuesta de emergencia para los vertidos de petróleo, y presionarían a las ciudades costeras para que depuraran sus aguas residuales.
El Convenio de Barcelona y el más amplio Plan de Acción para el Mediterráneo (PAM) se convertirían en la base del Programa de Mares Regionales del PNUMA, que hoy supervisa 18 acuerdos internacionales diseñados para proteger los hábitats costeros y de aguas profundas.
Estos tratados, que abarcan desde el Ártico hasta el Pacífico Sur, implican a casi 150 países.
Mientras los mares del mundo siguen sometidos a la tremenda presión de la contaminación, la sobrepesca y, cada vez más, el cambio climático, el Programa de Mares Regionales se considera un baluarte contra su colapso.
Durante mucho tiempo, el océano y los mares se consideraron lugares alejados del mundo humano y, como tales, se convirtieron en vertederos de residuos, incluidas sustancias peligrosas. Eso ha cambiado desde entonces con el llamamiento sostenido a la acción a través del Programa de Mares Regionales.
Durante mucho tiempo, el océano y los mares se consideraron lugares alejados del mundo humano.
Una larga historia
Los seres humanos llevan miles de años contaminando los océanos del mundo. Un estudio sugiere que hace cuatro milenios, los metales pesados goteaban de los asentamientos humanos en el Mar de China Meridional. Pero fue la industrialización masiva posterior a la Segunda Guerra Mundial la que disparó la contaminación marina.
Metales como el cadmio, el cobre y el plomo empezaron a fluir en masa hacia los océanos.
En Minamata (Japón), el vertido de mercurio, una potente neurotoxina, causó cientos de muertos y miles de enfermos.
Un aluvión de nuevas sustancias químicas sintéticas también empezó a colarse en el océano y a extenderse como un reguero de pólvora; en la década de 1970, los investigadores encontraron el pesticida DDT en la grasa de las ballenas del Ártico.
Más recientemente, los científicos han encontrado más de 250.000 barriles que podrían contener DDT en la costa sur de California.
En el siglo XX, el aumento de la navegación provocó una serie de tristemente célebres vertidos de petróleo, como el hundimiento del superpetrolero Torrey Canyon frente a las costas de Gran Bretaña en 1967 y el encallamiento del Exxon Valdez en Alaska.
La situación llegó a ser tan grave que el famoso oceanógrafo Jacques Cousteau y un colega escribieron: «Si Afrodita hubiera nacido hoy de la ola, saliendo de la espuma, tendría forúnculos en el trasero».
Ante la creciente marea de contaminación, los países de todo el mundo han recurrido al Programa de Mares Regionales.
Desde su lanzamiento en 1974, 146 Estados se han adherido a los 18 convenios y planes de acción del programa. Aunque la estructura del programa varía de una región a otra, se basa en la idea fundamental de que la única manera de resolver la contaminación marina es conseguir que los países vecinos trabajen juntos.
Un informe sobre el programa que se publicará próximamente revela que en muchos lugares ha contribuido a reducir drásticamente la contaminación y a contrarrestar otras amenazas para el mar, como la sobrepesca:
- En el Mediterráneo, la basura de las playas ha disminuido casi un 40%.
- En el Mar Báltico se ha frenado el flujo de nitrógeno y fósforo, que pueden crear zonas muertas en los océanos.
- En el sur de Asia, los Estados establecieron un sistema para responder a los vertidos de petróleo.
- En el Caribe, los países han creado 50.000 kilómetros cuadrados de zonas marinas protegidas.
- En Asia Oriental, 600 operadores turísticos se han comprometido a reducir el impacto del buceo en ecosistemas marinos sensibles, como los arrecifes de coral.
- En la Antártida, los investigadores trabajan para evitar la sobrepesca de krill.
- El mundo tiene un enorme problema con el plástico.
El programa de Mares Regionales también reescribiría el modelo de los acuerdos multilaterales sobre medio ambiente, los extensos tratados internacionales que lo regulan todo, desde la contaminación atmosférica hasta el cambio climático.
El Plan de Acción para el Mediterráneo (PAM) y el Convenio de Barcelona (que ahora cuenta con 21 Estados miembros), lanzados a principios de la década de 1970, fueron el primer acuerdo medioambiental internacional significativo.
El mundo ha recapacitado, sostener estos programas, crear nuevos, mantener la consciencia sobre la temática y seguir revirtiendo los efectos adversos que ya son una triste realidad es el norte.