El iceberg más grande del planeta se desprendió de la Antártida: hacia dónde está viajando

El iceberg más grande del planeta se desprendió de la Antártida: hacia dónde está viajando

El colosal iceberg A23a, con una superficie aproximada de 3.600 kilómetros cuadrados, se encuentra actualmente en su última travesía a través del Atlántico Sur. Tras permanecer inmóvil durante más de tres décadas en el mar de Weddell, este gigante helado comenzó su desplazamiento en 2023, cuando un cambio inesperado lo liberó de su lugar de encallamiento. Este fenómeno ha despertado un gran interés científico, dado el impacto potencial de su desintegración en los ecosistemas marinos y las implicancias del cambio climático en su comportamiento.

Atrapado en una prisión de hielo durante décadas

El iceberg A23a, fragmento desprendido de la plataforma de hielo Filchner en 1986, permaneció encallado por su inmensa masa de casi un billón de toneladas. Durante este tiempo, quedó atrapado en la columna de Taylor, un vórtice oceánico que actuó como una «jaula líquida» al mantenerlo girando en el mar de Weddell. Esta corriente giratoria lo llevó a completar al menos quince rotaciones antes de su inesperada liberación en 2023. Jan Lieser, del Servicio Meteorológico Antártico, indicó que una perturbación en este sistema podría haberle permitido escapar y comenzar su viaje hacia aguas más cálidas.

Desde entonces, el A23a ha recorrido unos 240 kilómetros hacia el noreste. Este desplazamiento marca el inicio de su inevitable fragmentación, un proceso que ocurre cuando los icebergs entran en contacto con temperaturas más altas y condiciones menos estables.

Nutrientes de un coloso en movimiento

Los científicos destacan que la desintegración de un iceberg de estas proporciones puede tener efectos profundos en los ecosistemas marinos. Según el proyecto BIOPOLE, los grandes bloques de hielo liberan nutrientes como hierro al derretirse, lo que estimula el crecimiento del fitoplancton. Este microorganismo es crucial para la cadena alimenticia en los océanos, beneficiando tanto a peces pequeños como a mamíferos marinos de gran tamaño.

Laura Taylor, biogeoquímica vinculada al proyecto, señaló que los icebergs pueden transformar áreas poco productivas en entornos ricos en biodiversidad. Sin embargo, el impacto de estos nutrientes aún requiere mayor investigación, ya que podría variar según el tamaño y el origen del hielo. En el caso del A23a, se espera que su desintegración cerca de la isla subantártica de Georgia del Sur produzca un efecto significativo en la productividad de estas aguas.

Cambio climático y los ritmos del hielo

El recorrido y la fragmentación del A23a también han avivado el debate sobre la influencia del cambio climático en los procesos naturales de los glaciares. Aunque el desprendimiento y el deterioro de icebergs son fenómenos habituales, las temperaturas récord en la región antártica podrían estar acelerando su ritmo. Un informe de la Coalición Antártica y del Océano Austral publicado en 2023 señaló un aumento de anomalías como olas de calor marinas y un deshielo más rápido, ambos vinculados al calentamiento global.

Este escenario plantea interrogantes sobre la estabilidad futura de las plataformas de hielo y los impactos en el nivel del mar. Los científicos subrayan la necesidad de monitorear casos como el del A23a para comprender mejor cómo el cambio climático está alterando los ecosistemas polares y sus delicados equilibrios.

El callejón de los icebergs y el legado del A23a

El A23a sigue una ruta conocida como el «callejón de los icebergs», una vía que otros colosos de hielo han recorrido antes. Un ejemplo notable es el A68a, que se desprendió en 2017 y eventualmente se fragmentó cerca de las islas Orcadas del Sur. Al igual que su predecesor, el A23a completará su ciclo de vida al desintegrarse en el Atlántico Sur, liberando nutrientes esenciales y dejando un impacto ecológico que podría extenderse mucho más allá de su desaparición física.

Andrew Meijers, oceanógrafo del British Antarctic Survey, resaltó el valor científico de estudiar estos eventos para entender cómo afectan los grandes icebergs a los ecosistemas locales y a la circulación de nutrientes en los océanos. El destino del A23a, tanto como fenómeno natural como símbolo del cambio global, subraya la necesidad de investigar más profundamente el impacto de estas transformaciones en el planeta.

La travesía de un iceberg deja lecciones

El viaje final del iceberg A23a, marcado por su desplazamiento y desintegración, ofrece una ventana única para estudiar la interacción entre procesos naturales y la influencia humana en los ecosistemas polares. Mientras su inmenso tamaño se reduce gradualmente, este gigante helado se convierte en un recordatorio de la importancia de comprender y mitigar los impactos del cambio climático en nuestro planeta compartido, algo sobre lo que vienen advirtiendo desde hace décadas las organizaciones ambientalistas, como Greenpeace.