Los satélites registran la segunda extensión de hielo marino ártico más baja desde 1979

Los satélites registran la segunda extensión de hielo marino ártico más baja desde 1979

Los océanos polares figuran entre los que cambian más rápidamente en el mundo. El ciclo anual de formación y deshielo del hielo marino ártico es uno de los signos vitales de la Tierra y una variable climática clave que vigilan los científicos.

Aunque estén lejos de los principales centros de población del mundo, los cambios en las regiones polares tienen implicaciones globales: afectan al clima mundial a través del almacenamiento y/o liberación de carbono, el balance térmico y otros impactos medioambientales y ecológicos.

Uno de los indicadores más visibles de este cambio es la reducción de la extensión del hielo marino ártico a finales de septiembre de cada año.

Indicadores preocupantes sobre los hielos marinos

El hielo marino ártico aumenta su extensión durante el invierno del hemisferio norte, alcanzando su máximo en marzo. 

Bajo la influencia del calentamiento global provocado por las emisiones de gases de efecto invernadero de origen humano, hemos asistido a una fuerte disminución de la extensión del mar Ártico desde 1979, cuenta Pascal Peduzzi, Director de GRID-Ginebra, que forma parte del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. 

Desde 1979, los científicos han observado una disminución de la extensión del hielo marino ártico en todos los meses del año. En el período 2010-2019, la extensión mínima de septiembre es un 36,5% menor que en la década de 1980.

En un reciente informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, 2019), los científicos observaron una tendencia a la reducción del 12,8% (± 2,3%) por década. 

Con 4,1 millones de kilómetros cuadrados, la extensión mínima de hielo marino ártico de 2019 es la segunda más baja (tras el mínimo histórico de 2012) desde el inicio de la vigilancia por satélite en 1979. 

Es probable (entre un 66% y un 90% de probabilidad) que este ritmo de disminución no tenga precedentes en al menos los últimos 1.000 años.

El aumento de la temperatura en el Ártico está «fijado» para las próximas décadas.

En un escenario de calentamiento global de 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales, a finales del siglo XXI, el océano Ártico sólo estaría libre de hielo en septiembre una vez cada 100 años. En un escenario de calentamiento global de 2 °C, esto ocurriría hasta uno de cada tres años, según el IPCC.

La pérdida de hielo marino aumenta el calentamiento global. La nieve blanca refleja la luz solar, mientras que el agua la absorbe. 

La disminución del hielo marino ártico, por tanto, amplifica el calentamiento del Ártico. Las temperaturas aumentaron alrededor de 0,5 °C por década entre 1982 y 2017, debido principalmente al aumento de la radiación solar absorbida que acompaña a la pérdida de hielo marino desde 1979. Esto es el doble de rápido que la media mundial.

No solo se está reduciendo la extensión del hielo marino del Ártico, sino que también es mucho más fino, y los científicos observan una transición hacia un hielo más joven. El hielo marino de cinco años ha disminuido aproximadamente un 90% desde 1979.

Esto tiene varias repercusiones. Reduce la reflexión de la luz, contribuyendo así a la expansión térmica de los océanos. 

El cambio en la extensión del hielo marino ártico puede influir en la meteorología de latitudes medias, y puede afectar a la composición regional de las especies, a su distribución espacial y a la abundancia de muchas especies marinas, con repercusiones en la estructura de los ecosistemas.

Por ejemplo, la reducción de la capa de hielo está afectando negativamente al hábitat de los osos polares, que ahora tienen que recorrer mayores distancias y nadar más que antes, lo que supone una amenaza sobre todo para las crías.

Aunque la ciencia nos dice que se está produciendo un calentamiento global, los efectos exactos sobre los hábitats y ecosistemas frágiles son mucho más difíciles de predecir. 

«Es urgente reducir nuestras emisiones de gases de efecto invernadero», afirma Peduzzi.

La reciente constatación de que la extensión del hielo marino ártico ha alcanzado su segundo nivel más bajo desde 1979 no es solo una estadística alarmante, sino un claro indicativo de una crisis ambiental en evolución. 

La información recopilada por satélites y analizada por expertos pinta un panorama preocupante del impacto del cambio climático en los polos terrestres, un área que, aunque remota, tiene profundas implicancias en el equilibrio climático global.

Este fenómeno no se limita a una simple disminución en la cobertura de hielo; conlleva una serie de efectos en cascada que afectan no solo al clima, sino también a la biodiversidad y a la dinámica ecológica del planeta. 

La aceleración en la pérdida del hielo marino, que refleja menos radiación solar y acelera el calentamiento global, es un ejemplo claro de un ciclo de retroalimentación que amplifica las consecuencias del cambio climático.

Los modelos climáticos proyectados por el IPCC subrayan la urgencia de esta situación. La diferencia entre un escenario de calentamiento global de 1,5 °C y uno de 2 °C podría ser determinante para la frecuencia con la que el Ártico se encuentra sin hielo en septiembre. Esto, a su vez, tiene repercusiones directas en la expansión térmica de los océanos, la meteorología de latitudes medias, y la vida de especies clave como los osos polares, cuyo hábitat se ve cada vez más amenazado.

La situación en el Ártico es un recordatorio contundente de que los impactos del cambio climático son globales y multidimensionales. No solo estamos observando cambios físicos en el paisaje polar, sino también alteraciones en los sistemas ecológicos y climáticos que dependen de la estabilidad de estas regiones. 

La reducción del hielo marino ártico se convierte así en un símbolo palpable de la necesidad urgente de abordar las emisiones de gases de efecto invernadero, como bien dicen los especialistas recién mencionados. 

Es un llamado a la acción global, no solo para proteger los polos, sino para salvaguardar el equilibrio climático del planeta en su conjunto.