Los océanos cumplen un rol clave a la hora de mitigar los efectos del cambio climático en el planeta. Gracias a su magnitud, que supera el 70% de la superficie terrestre, pueden desempeñarse como “sumideros de carbono”, absorbiendo el dióxido de carbono generado por las actividades humanas y contribuyendo a reducir el terrible efecto invernadero.
Pero desde la revolución industrial, los niveles de crecimiento de las emisiones de gases contaminantes no han parado de subir. Este incremento descontrolado ha hecho que la capacidad de los océanos para almacenar carbono se vea sobrepasada.
Ante este escenario desolador, los científicos han comenzado a buscar alternativas que permitan potenciar la capacidad de los océanos para capturar y almacenar carbono de manera efectiva. Sin embargo, muchas de estas tecnologías aún están en etapas de desarrollo y es necesario analizar cautelosamente si su implementación tendrá más beneficios que perjuicios para el medioambiente y la vida en el planeta.
Fitoplancton al rescate de los océanos
Una de las propuestas que los expertos vienen estudiando desde hace tiempo es fertilizar las aguas oceánicas con hierro. Este mineral es de vital importancia para el florecimiento del fitoplancton. Estos microorganismos se destacan por su capacidad para absorber dióxido de carbono del agua marina.
La idea es añadir hierro a la capa superior del mar, donde el fitoplancton vive y se desarrolla. De este modo se podría estimular su crecimiento y, en consecuencia, aumentar las cantidades de carbono absorbidas por estos organismos. Esta teoría busca replicar el proceso de fertilización natural que se produce cuando las corrientes oceánicas trasladan el agua rica en hierro desde las profundidades hacia la superficie.
Pero aunque esta idea suena prometedora, existen serias preocupaciones de organizaciones ambientalistas que defienden los océanos, como Oceana o Greenpeace, acerca de cuáles serían las consecuencias ambientales de esta intromisión de la mano del hombre en los ciclos naturales de los ecosistemas oceánicos.
De hecho, muchos científicos han alertado que la fertilización artificial con hierro podría generar una proliferación exagerada de algas marinas. Este exceso de plantas podría a su vez comprometer el correcto funcionamiento de las cadenas alimentarias en los océanos y, finalmente, tener un impacto inimaginable en la biodiversidad marina.
Alteración de las corrientes oceánicas
Esta segunda técnica para aumentar la absorción de dióxido de carbono es denominada por los científicos como “Surgencia y Descenso”. El objetivo final de la misma es aumentar la proliferación del fitoplancton a través del transporte de agua rica en nutrientes desde el fondo marino hacia la superficie. La diferencia más notoria con la fertilización con hierro es que, en este caso, se busca potenciar un proceso que se da de forma natural en la naturaleza, sin introducir elementos ajenos al ecosistema marino.
Sin embargo, esta alternativa también plantea ciertas controversias entre los expertos. Para empezar por el impacto ambiental que podrían provocar las gigantescas tuberías necesarias para llevar a cabo esta titánica tarea. Por otro, por los exagerados niveles de energía que harían falta para desarrollar este proceso.
El papel de las algas en la captura de carbono
El cultivo de algas es otra de las alternativas que evalúan los científicos para aumentar la captura de carbono por parte de los océanos. Tal como sucede con el fitoplancton, las algas son capaces de absorber dióxido de carbono y almacenarlo. Pero a diferencia del fitoplancton que es microscópico, el tamaño de las algas podría permitir a los expertos un mejor manejo de sus cultivos.
Pero como las técnicas anteriores, la gestión de estos cultivos de algas plantea ciertos interrogantes ambientales. Por ejemplo, existen dudas sobre la viabilidad a largo plazo de esta técnica. Por eso es necesario estudiar a fondo cuáles podrían ser los verdaderos impactos en el ecosistema marino de la proliferación de algas.
La alternativa ecológica: el resguardo del carbono azul
Desde hace años, los expertos en cuidado del medioambiente vienen advirtiendo acerca de la importancia de los ecosistemas costeros en la lucha contra el cambio climático. Los manglares y las praderas marinas son ricos en sedimentos y funcionan como enormes reservas de carbono al que los científicos han denominado «carbono azul».
Pero a pesar de su importancia, estos ecosistemas se encuentran constantemente amenazados por la mano del hombre. La pesca industrial, con redes que arrasan con todo a su paso, así como la instalación de plataformas petroleras off shore en los mares del mundo, atentan contra estos ecosistemas tan importantes para la vida en el planeta.
Tal como sucede con los árboles terrestres, la restauración y la protección sostenida de estos ecosistemas son fundamentales para la supervivencia de toda la humanidad. Por este motivo, es imperioso que los gobiernos de todo el mundo realicen los esfuerzos necesarios para concientizar a la población sobre su importancia.
Asimismo, es esencial que se tomen medidas drásticas que aseguren la conservación de estos sumideros naturales de carbono. De este modo, la lucha contra el cambio climático no requerirá de medidas antinaturales cuyas consecuencias reales podrían ser impredecibles.