PFAS o contaminantes eternos: definición, riesgo, contaminación…

PFAS o contaminantes eternos: definición, riesgo, contaminación…

Proteger los océanos es un reto importante para el desarrollo sostenible ¿Cuáles son las amenazas para los océanos y cómo pueden gestionarse? Descubre todo lo que hay que saber sobre la protección de los océanos.

Los océanos son un eslabón esencial de la cadena de la vida en la Tierra. Cubren casi el 70% de la superficie del planeta y albergan millones de especies vivas que conforman una rica biodiversidad marina. 

Pero eso no es todo: los océanos son la principal fuente de alimentos para casi la mitad de la población mundial. 

En todo el mundo, entre el 15 y el 20% de la ingesta de proteínas procede del pescado y los recursos marinos. Además, el océano es un ecosistema esencial para el equilibrio natural del planeta. El océano produce el 60% del oxígeno de la atmósfera y almacena la mayor parte del CO2 que emitimos.

Sin embargo, hoy en día todos los océanos del mundo están amenazados: crisis ecológica, contaminación química, residuos plásticos, sobrepesca y sobreexplotación… 

Numerosos fenómenos afectan a los mares del mundo y contribuyen a la degradación de su riqueza.

Por eso es más importante que nunca proteger los océanos, para preservar los recursos ecológicos, alimentarios y económicos que contienen. He aquí algunas de las cuestiones clave sobre las que debemos actuar para proteger los océanos.

El deterioro de los medios oceánicos: calentamiento, acidificación…

Durante siglos, las actividades humanas han tenido un impacto en los océanos, transformando gradualmente estos ecosistemas.

Sin embargo, las últimas décadas han tenido un enorme impacto en el propio equilibrio de los ecosistemas marinos.

Por ejemplo, sabemos que el calentamiento global tiene un impacto significativo en la temperatura de las aguas oceánicas, y que cualquier cambio en la temperatura de los océanos modifica también las corrientes marinas. 

Además, gran parte de nuestras emisiones de CO2 son absorbidas por los océanos. El CO2 se disuelve en el agua, disminuyendo su pH y volviéndola más ácida.

Este fenómeno, conocido como acidificación de los océanos, es muy preocupante porque afecta a los organismos que viven en los mares, sobre todo al fitoplancton, que produce la mayor parte del oxígeno que respiramos. 

También se producen fenómenos como la aparición de zonas muertas, vinculadas al calentamiento y la acidificación. Estas zonas desoxigenadas están literalmente «muertas», lo que significa que la vida marina ya no prospera allí.

Por supuesto, todos estos fenómenos también repercuten en la biodiversidad marina y en entornos como los arrecifes de coral. Los ecosistemas costeros también son víctimas de la erosión vinculada a la subida del nivel del mar. 

A esto hay que añadir las perturbaciones meteorológicas provocadas por los océanos con temperaturas cambiantes: aumento del número de ciclones y tormentas oceánicas, por ejemplo. 

En resumen, los entornos oceánicos están siendo completamente perturbados por los diversos cambios físicos y químicos que las actividades humanas están provocando en los océanos del mundo.

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Plástico y contaminación química de los océanos

Los océanos también son un lugar especial para la contaminación. La contaminación química es conocida desde hace años: mareas negras, vertidos de aguas residuales, desgasificaciones incontroladas, vertidos químicos, etc. 

Durante mucho tiempo, las grandes industrias humanas han utilizado el océano como vertedero de muchos tipos de residuos químicos. 

Como resultado, los océanos de hoy son un medio preferido para una amplia gama de contaminantes: metales pesados, hidrocarburos, nitratos, etc. 

En algunos casos, esta contaminación tiene consecuencias para la vida marina: los peces, por ejemplo, están cada vez más contaminados con metales pesados como el mercurio, que acaba en nuestros platos cuando los comemos. 

En algunas zonas, la contaminación es tan grave que está provocando floraciones de algas verdes que están destruyendo la vida marina.

Pero en los últimos años, otro tipo de contaminación ha saltado regularmente a los titulares: la contaminación por plásticos. 

Gran parte del plástico que no podemos reciclar o que tiramos a la basura acaba en los ríos y, en última instancia, en los océanos. 

Allí se acumulan y se esparcen por todas partes. Algunos son ingeridos por la fauna marina (aves, peces o animales marinos), mientras que otros se descomponen en microplásticos que inundan la cadena alimentaria. 

Según algunos estudios, en 2030 podría haber más plástico que peces en el océano. El problema es tal que ya se ha formado un auténtico «continente» de plástico en el Pacífico como consecuencia de la acumulación de estos residuos.

Se han puesto en marcha muchas iniciativas para combatir este fenómeno, pero la mayoría siguen siendo ineficaces.

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Sobrepesca y sobreexplotación

El océano también está siendo sobreexplotado de forma masiva. Con la globalización del comercio, utilizamos el océano como vía de transporte para el 90% de nuestras mercancías. 

Como resultado, cada vez hay más barcos y otros buques de carga en movimiento, lo que contribuye a la contaminación química y plástica, así como a la contaminación acústica, y perturba gravemente la vida de muchas especies marinas. 

Pero el océano también es un medio rico que explotamos para producir alimentos. La sobrepesca es ya un problema bien conocido: muchas especies tienen dificultades para renovarse debido al aumento masivo de la demanda de pescado y al ritmo excesivamente rápido e intenso de la pesca. 

Cada vez se utilizan más técnicas invasivas en todo el mundo para capturar más peces de forma más rápida y barata. 

El problema es que estos métodos, como la pesca de arrastre en aguas profundas y la pesca eléctrica, tienen un enorme impacto en los ecosistemas marinos y están destruyendo gran parte de la flora y la fauna.