
La celebración del Día Mundial de las Ballenas invita a reflexionar sobre el rol clave que cumple Chile en la ruta migratoria de estos gigantes marinos. La extensa franja costera, que se extiende entre aguas tropicales y mares australes, constituye un corredor esencial para diversas especies de cetáceos. Sin embargo, la creciente presión de las actividades humanas, como la pesca industrial, la salmonicultura y el aumento del tráfico marítimo, ha transformado este santuario natural en un espacio de riesgo constante para su supervivencia. Desde colisiones fatales con embarcaciones hasta desorientación por contaminación acústica, las amenazas se multiplican a medida que avanzan las industrias.
Las costas chilenas son una autopista clave para los cetáceos
Chile ocupa una posición estratégica dentro de las rutas de migración de las ballenas. Las aguas cálidas del norte, que bañan las costas de Colombia y Ecuador, ofrecen un entorno propicio para la reproducción, mientras que los fríos mares del sur —particularmente en la Patagonia y la Antártica— son fundamentales como áreas de alimentación y refugio. Este patrón convierte al litoral chileno en una vía indispensable para casi la mitad de las especies de cetáceos del planeta.
Entre los puntos de mayor concentración destacan el Golfo Corcovado, situado entre las regiones de Los Lagos y Aysén, el Parque Marino Francisco Coloane en la Región de Magallanes y el archipiélago del Pingüino de Humboldt, entre Atacama y Coquimbo. Este último alberga una biodiversidad extraordinaria que atrae a especies como la ballena azul, sei, jorobada y franca austral, pero actualmente se encuentra bajo amenaza debido al proyecto minero Dominga, que contempla la construcción de un puerto en la zona.

La expansión industrial vuelve hostil el paso por el mar
Con el crecimiento de diversas actividades económicas en el mar, el cruce por aguas chilenas ha dejado de ser seguro para las ballenas. Según explica Silvana Espinosa, vocera de Greenpeace Chile, el 83% del tránsito marítimo en la Patagonia —una de las principales zonas de alimentación de cetáceos— proviene de embarcaciones relacionadas con la industria acuícola, especialmente la salmonicultura. Esta presencia masiva incrementa el riesgo de colisiones, un fenómeno que puede resultar mortal para los animales.
Espinosa advierte además que el ruido generado por los motores de estas embarcaciones produce un efecto desorientador en las ballenas, alterando sus hábitos y rutas migratorias. Esta alteración no solo pone en peligro la vida de los cetáceos, sino que afecta el equilibrio general del ecosistema marino, ya que estos animales cumplen un rol esencial en la salud de los océanos.
Colisiones, enmallamientos y muertes: el precio que pagan las ballenas
La situación ha llegado a tal punto que diversos estudios ya posicionan a Chile como uno de los países más letales para las ballenas. Una reciente investigación publicada en la revista Marine Policy reveló que Chile ostenta la tasa más alta de muertes de cetáceos por colisión con barcos a nivel mundial. El análisis abarcó datos recopilados entre 1972 y 2023 y concluyó que, de las 226 ballenas varadas durante ese período, el 28% falleció por impactos con embarcaciones, un 7% debido a enmallamientos en redes de pesca y un 3% por causas naturales relacionadas con la depredación.
Desde que en Chile se comenzaron a realizar necropsias de manera sistemática a los cetáceos varados, los registros mostraron un promedio de cinco muertes anuales de grandes ballenas producto de choques con buques. Estas cifras dejan en evidencia que el tránsito marítimo no regulado, lejos de ser un asunto menor, representa un factor crítico en la disminución de estas especies.

Rol ecológico de las ballenas es clave para la vida marina y el clima
Más allá de su majestuosidad, las ballenas desempeñan una función vital en el equilibrio del océano. Al alimentarse en aguas profundas y regresar a la superficie, liberan excrementos ricos en nutrientes como hierro, nitrógeno y fósforo. Estos elementos son esenciales para el fitoplancton, que constituye la base de la cadena alimentaria marina.
El aporte no termina allí. Las ballenas también almacenan grandes cantidades de carbono en su cuerpo, lo que las convierte en aliadas clave en la lucha contra el cambio climático. Por su parte, el fitoplancton no solo se beneficia de los nutrientes que ellas esparcen, sino que también capta una proporción considerable del carbono atmosférico y produce más del 50% del oxígeno que respiramos, demostrando cuán interconectado está todo el sistema.
Proteger a las ballenas es proteger el futuro del planeta
La conservación de las ballenas no debe verse únicamente como un asunto de protección animal, sino como un imperativo para garantizar la salud del planeta. Silvana Espinosa señala que preservar a estos cetáceos contribuye tanto a mantener la biodiversidad como a enfrentar los efectos del cambio climático. En su opinión, es urgente que el país asuma un rol más activo en este ámbito, limitando aquellas actividades industriales que amenazan directamente la vida marina.
Cada muerte de ballena en las costas chilenas refleja una falla en la regulación, en la fiscalización y en la voluntad política de proteger los ecosistemas. El corredor chileno debería ser sinónimo de refugio y tránsito seguro, no de riesgo y colapso ambiental. Apostar por su resguardo es apostar, también, por la vida humana y el equilibrio del planeta que habitamos.