El deshielo en el Atlántico Norte está ejerciendo un impacto significativo en la circulación oceánica global, un sistema esencial para distribuir el calor por el planeta y mantener la estabilidad climática. Un reciente estudio publicado en Nature Geoscience ha vinculado este fenómeno con un calentamiento acelerado del Atlántico Sur, revelando una conexión más estrecha de lo que se creía entre los dos extremos del océano.
El debilitamiento de la gran cinta transportadora
La circulación oceánica, conocida como la «gran cinta transportadora global», regula el flujo de calor en los océanos, influyendo directamente en los climas regionales. En particular, la Circulación de Retorno Meridional del Atlántico (AMOC) es clave para trasladar calor hacia el norte del Atlántico, regulando el clima y los ecosistemas.
Sin embargo, investigaciones recientes han demostrado que este sistema se encuentra en su punto más débil de los últimos 1000 años. Se estima que podría reducirse hasta en un tercio de su capacidad original con un aumento global de 2 °C, provocando inviernos más severos en Europa, alteraciones en los monzones tropicales y un calentamiento acelerado en el hemisferio sur.
Así afecta el deshielo a las corrientes oceánicas
El agua dulce proveniente del derretimiento de Groenlandia y los glaciares canadienses desempeña un papel crucial en el debilitamiento de las corrientes. Desde 2002, Groenlandia ha perdido más de 5.900 gigatoneladas de hielo, lo que incrementa la cantidad de agua dulce en el Atlántico Norte.
A diferencia del agua salada, esta agua derretida es más ligera, lo que disminuye el flujo descendente de agua fría y profunda hacia el sur. Este fenómeno debilita la Corriente del Golfo, una pieza fundamental de la circulación atlántica, ralentizando la transferencia de calor y sal hacia el Atlántico Sur.
Evidencia histórica y observaciones recientes
Aunque las mediciones directas de la circulación atlántica comenzaron en 2004, los científicos han recurrido a técnicas como el análisis de sedimentos para evaluar cambios a largo plazo. Estas estimaciones confirman que el AMOC ha disminuido en un 20% desde mediados del siglo XX, consolidándose como el nivel más bajo en el último milenio.
El nuevo estudio también ofrece simulaciones que proyectan un debilitamiento aún más rápido en las próximas décadas, sugiriendo que los cambios climáticos en el Atlántico Norte podrían sentirse en el Atlántico Sur en menos de 20 años.
Impacto en el clima global
La conexión entre ambos extremos del Atlántico no solo afecta a los océanos, sino también a los patrones climáticos globales. A medida que se acumula más calor y sal en el Atlántico Sur, las temperaturas en esta región aumentan rápidamente, mientras que en el norte se intensifican inviernos más fríos.
Además, el debilitamiento del AMOC está relacionado con condiciones más secas en los trópicos del hemisferio norte, así como con veranos más cálidos y húmedos en regiones como Sudamérica y Australia.
Futuro del sistema climático
El derretimiento de las capas de hielo, especialmente en Groenlandia, no muestra signos de desaceleración, lo que podría intensificar aún más las alteraciones en el sistema climático. Este fenómeno subraya la urgencia de reducir las emisiones globales y proteger los ecosistemas marinos para mitigar los efectos del cambio climático, algo por lo que vienen bregando las organizaciones ambientalistas de nivel internacional, como Greenpeace.
En este contexto, las corrientes oceánicas no solo son indicadores de los impactos del calentamiento global, sino también un recordatorio de la complejidad e interconexión del sistema climático terrestre. Sin acciones contundentes, las consecuencias podrían ser irreversibles.