El iceberg más grande del mundo se vuelve a desprender y amenaza la vida marina

El iceberg más grande del mundo se vuelve a desprender y amenaza la vida marina

La contaminación y el calentamiento global no dejan de poner en riesgo la vida marina del planeta. Pero ahora, una noticia ha sacudido al mundo científico: el iceberg más grande del planeta, conocido con el nombre de A23a, se ha puesto en movimiento tras pasar más de 3 décadas encallado en el Mar de Weddell, en el océano Antártico. Este bloque de hielo gigante es una nueva y terrible amenaza para los ecosistemas marinos de la región. 

El iceberg A23a tiene una superficie aproximada de más de ¡4 mil kilómetros cuadrados y 400 metros de altura! En el año 1986, un evento catastrófico produjo una rotura en la Barrera de Hielo Filchner, una vasta extensión de hielo flotante de la Antártida. Este suceso dio vida al iceberg más grande de la historia, que quedó flotando en el océano como una enorme isla de hielo. 

La Barrera de Hielo Filchner se extiende a lo largo de la costa de la Antártida y actúa como sostén para los glaciares que flotan hacia el mar. A lo largo de los años, este muro de hielo ha llamado la atención de los científicos, que se han establecido sobre él para investigar la dinámica y el comportamiento de los glaciares ante la amenaza del cambio climático. 

¿Por qué el movimiento del A23a pone en riesgo la vida marina? 

Aunque este fenómeno natural pueda parecer fascinante, los científicos consideran que puede ocasionar serios problemas en la vida marina de las islas Georgias del Sur, donde se prevé que encalle. Si el A23a llega a chocar contra la superficie de las islas, podría significar un verdadero riesgo de vida para millones de focas, pingüinos y aves marinas que habitan en el archipiélago. Esto es principalmente, porque el gran tamaño del iceberg podría interponerse en las rutas que estos animales utilizan normalmente para alimentar a sus crías.

Pero los especialistas explican que no todas las consecuencias de este movimiento serán negativas. A medida que se derriten, los glaciares liberan el polvo mineral que han ido incorporando durante todos los años que ha llevado su formación. Este polvo es muy rico en nutrientes y puede resultar ampliamente beneficioso para los organismos que forman la base de las cadenas alimenticias oceánicas, como el krill y otros microorganismos marinos. 

Las señales previas de este movimiento

El movimiento del A23a no es una novedad para los científicos. Si bien el iceberg más grande del mundo había pasado más de 30 años encallado, los investigadores habían llevado a cabo una serie de estudios que indicaban pequeños desplazamientos del muro de hielo. Ya en 2020, comenzaron a vislumbrar la posibilidad concreta de que desencallara por completo.  

De acuerdo con el experto de la British Antarctic Survey, Andrew Fleming, los cambios en la temperatura del agua provocados por el calentamiento global, así como las alteraciones naturales en las corrientes oceánicas fueron pavimentando el camino para que este desprendimiento finalmente suceda. 

La trayectoria posible del A23a

Como sucede con la gran mayoría de los icebergs que se desprenden en la región del Mar de Weddell, el A23a será eventualmente arrastrado por la Corriente Antártica Circumpolar. Este flujo marino lo conducirá hacia el Atlántico Sur, a una zona conocida entre los científicos como el «callejón de los icebergs».

La posibilidad de que encalle cerca de las islas Georgias del Sur ha llevado a miembros de organizaciones ambientalistas como Greenpeace a instar a los gobiernos del mundo a hacerse cargo de los impactos negativos que podría tener sobre la vida marina de la región. Según estas voces, el problema principal no pasa por evitar el movimiento natural del A23a, sino por tomar medidas que contribuyan a mitigar el calentamiento global que acelera estos movimientos provocado, entre otras cosas, por el uso indiscriminado de combustibles fósiles.

No quedan dudas de que la reaparición del A23a es un recordatorio de cómo la mano del hombre puede influir en la dinámica del planeta. Por este motivo, a medida que los eventos climáticos empeoran, es fundamental que la población mundial tome conciencia de su propia responsabilidad en la protección de la salud de la Tierra.