Los bosques de algas, una herramienta eficaz contra el cambio climático

Los bosques de algas, una herramienta eficaz contra el cambio climático

Resulta cada vez más interesante cultivar bosques capaces de absorber el carbono emitido por nuestro planeta que se calienta y que no estén sometidos al peligro del fuego

Los bosques que pueden colaborar a la desesperante situación planetaria cuando hablamos de crisis climática están en el océano

Los bosques capaces de absorber el carbono emitido son especiales. Y este tipo de bosque sólo puede existir bajo el agua.

Tesoros en el océano

Cada vez son más los estudios que documentan los beneficios de la alguicultura en la lucha contra el cambio climático, en un momento en que la deforestación está diezmando las selvas tropicales y otros sumideros esenciales de carbono. 

Las junglas oceánicas de algas y otras microalgas crecen a gran velocidad y son muy eficaces para almacenar carbono. 

Las algas también están ayudando a limitar la acidificación, la desoxigenación y otros impactos marinos del calentamiento global que amenazan la biodiversidad oceánica y la fuente de ingresos y alimentos de cientos de millones de personas.

Las algas están recibiendo por fin la atención que merecen.

Un nuevo estudio cuantifica la capacidad mundial de la algicultura a gran escala para compensar las emisiones terrestres de carbono y traza un mapa de las regiones aptas para el desarrollo del cultivo de macroalgas.

Según las cifras del artículo publicado en la revista Current Biology, el cultivo de algas en sólo el 3,8% de las aguas federales de la costa de California podría neutralizar las emisiones liberadas por la industria agrícola del estado, valoradas en 50.000 millones de dólares. 

Un regalo del cielo si se tiene en cuenta que esta zona representa sólo el 0,065% de la superficie oceánica mundial que podría utilizarse para el cultivo de algas.

La cría de algas ya se practica a escala limitada para su uso alimentario, farmacéutico y cosmético. 

Esta vez, los científicos proponen la creación de granjas a escala industrial para cultivar las algas hasta su madurez, cosecharlas y después enterrarlas en las profundidades del océano, donde el dióxido de carbono que han absorbido quedará confinado durante cientos de miles de años.

Descubrieron que cultivar macroalgas en sólo el 0,001% de las aguas aptas del mundo y después enterrarlas en el mar podría compensar todas las emisiones de carbono de un sector industrial en rápido crecimiento como la acuicultura, que por sí sola proporciona la mitad de todos los alimentos procedentes del mar. 

En su conclusión, el estudio anuncia una superficie oceánica total compatible con el cultivo de algas de 47,9 millones de km².

Aún así, no tan rápido: quedan desafíos por sortear con respecto a las algas. 

Aún no disponemos de la tecnología para secuestrar algas en las profundidades del océano, revelan los científicos. Esperemos que este artículo suscite el debate entre ingenieros y economistas sobre los medios necesarios para hacer realidad este mecanismo, afirman.

Este nuevo estudio se suma a investigaciones anteriores y estimaciones globales que atestiguan el potencial del cultivo de algas marinas para mitigar el cambio climático. Estas estimaciones siguen siendo muy razonables y el potencial real es mucho mayor, si los cultivos se mantienen adecuadamente. 

Sin embargo, hay quienes señalan un escollo y se oponen al enterramiento de las algas.

Las algas son un material muy valioso y hay otros métodos que también reducirían el cambio climático y que serían más útiles que secuestrarlas en las profundidades oceánicas, explican algunos expertos.

Y así lo creen también Froelhich y otros ecologistas marinos que han bautizado a las algas como el «carbono carismático» por las múltiples capacidades de las macroalgas para resolver toda una serie de males medioambientales, tanto en tierra como en el mar.

Además de su capacidad para contrarrestar la acidificación y la desoxigenación, las algas absorben el exceso de nutrientes, proporcionan un hábitat para la vida marina en al menos 77 países y pueden transformarse en biocombustible. 

Las investigaciones también han demostrado que añadir algas a la alimentación del ganado puede reducir en un 70% el volumen de metano emitido por los eructos de las vacas y otros rumiantes, una de las principales fuentes de gases de efecto invernadero. 

Por último, las algas pueden utilizarse como suplemento para las tierras agrícolas, sustituyendo a los fertilizantes derivados del petróleo.

Si haces cuentas, enseguida te das cuenta de que las algas son una poderosa herramienta en la lucha contra el cambio climático, pero necesitan la aprobación del mercado, afirman. 

El cultivo de algas exclusivamente para el secuestro de carbono no es una actividad rentable por el momento, ya que aún no existe un mercado de carbono dispuesto a aceptar compensaciones de algas, dicen ciertos especialistas. 

La estrategia de entidades como Primary Ocean consiste en extraer determinadas sustancias de las algas, que luego pueden venderse para uso agrícola. Si se obtienen beneficios de estas ventas y se dispone de créditos de carbono, la empresa podrá secuestrar los residuos de las macroalgas, explican desde allí.

El mayor reto es, por tanto, conseguir que las algas sean validadas como fuente legítima de reducción de gases de efecto invernadero a ojos de los organismos responsables de esta aprobación.

Los recursos científicos y la demanda ya existen; lo que falta es un catalizador que pueda aunar demanda y producción, resumen. 

En concreto, necesitamos protocolos de créditos de carbono que puedan utilizarse para reclamar los créditos de carbono obtenidos a través de la algicultura, así como un panorama legislativo que facilite la concesión de las concesiones y licencias necesarias para desarrollar la algicultura.

A pesar de contar con un extenso litoral apto para el cultivo de algas, Estados Unidos casi no tiene explotaciones de acuicultura en aguas profundas. 

Los mayores productores mundiales de algas cultivadas son China y otros países asiáticos, y es probable que tomen la delantera a la hora de convertir las macroalgas en una fuente de «carbono azul».