Solo en 2023, la industria salmonera generó ingresos por más de 6500 millones de dólares. Además de establecer un récord, este número convirtió al país en el segundo mayor productor mundial de salmón (solo superado por Noruega). ¿Pero cuál ha sido el costo ambiental oculto de este desarrollo?
Desde su establecimiento en la década del ‘80, la industria salmonera se ha expandido a lo largo y ancho de las costas de Chile, especialmente en áreas remotas como la Patagonia. Pero su éxito económico solo ha sido posible en detrimento del medioambiente y las comunidades locales de estas regiones. Sucesivos gobiernos han permitido que granjas de salmón se instalen en áreas protegidas, como la Reserva Nacional Kawésqar.
Y a través de prácticas intensivas e insostenibles, estas empresas han destruido los ecosistemas marinos, contaminando el agua de mares, ríos y lagos chilenos y amenazando la vida marina que habita en ellos. Pero esto no es todo, además se han dado el lujo de desplazar a comunidades que vivían allí desde hacía miles de años viviendo de la pesca artesanal y la recolección.
Chile es potencia en la industria salmonera: ¿a qué costo?
Gracias a la demanda de países como Estados Unidos, Japón y Brasil (que conforman el 68% de las exportaciones de salmón), Chile se ha convertido en un líder mundial en esta industria. Sin embargo, el impacto que los ecosistemas chilenos han tenido que soportar para sostener esta demanda ha sido devastador.
El uso intensivo de antibióticos, los desechos orgánicos y químicos producidos por los salmones, y la liberación de alimentos no consumidos por ellos en los criaderos, no paran de contaminar los fiordos y ecosistemas marinos. Este daño no solo destruye los hábitats y pone en riesgo a especies endémicas, sino que además es perjudicial para actividades sostenibles como la pesca artesanal y el turismo (que durante años fueron los pilares de la economía de estas regiones).
Organizaciones ambientalistas como Greenpeace Chile han advertido que, a menos que se establezcan regulaciones estrictas, los costos de la pérdida de biodiversidad y el impacto en las comunidades locales y en la riqueza natural del país podría superar con creces los beneficios económicos de esta industria.
Daños ambientales: el precio oculto de la industria salmonera
En el último medio siglo, las granjas de salmón se han multiplicado en la Patagonia chilena. ¡Solo en la Reserva Nacional Kawésqar operan más de 65 centros de engorde! Estas instalaciones han ido alterando la composición de los ecosistemas locales a través de la acumulación de residuos de alimentos y antibióticos en el fondo marino.
En el fiordo Reñihué, por ejemplo, estudios ambientales demostraron que se había producido una disminución considerable de los niveles de oxígeno en el agua. Especies marinas como el congrio y la merluza (importantísimas tanto para el equilibrio ecológico como para la economía de las comunidades costeras) se han visto perjudicadas por este fenómeno.
Y en la región de Aysén, un derrame masivo de desechos provenientes de una granja de salmón ocurrido en 2016 provocó la muerte de miles de peces, alterando de manera irreversible la vida marina de la región, que tardará décadas en recuperarse de esta catástrofe ambiental.
Antibióticos: el secreto del éxito (y el fracaso ambiental) chileno
En 2020, Chile utilizó ¡más de 400 toneladas de antibióticos! ¿Cuántas toneladas utilizó Noruega (líder de la industria) en ese mismo período?: 222. Teniendo en cuenta que la producción noruega es mayor, queda claro que en Chile se ha vuelto normal utilizar un exceso de drogas antibacterianas.
Los expertos advierten que este exceso no solo está dañando la biodiversidad marina de la Patagonia, sino que además está modificando la microbiota marina. Esto quiere decir que los peces, moluscos y otras especies se están volviendo más resistentes a las bacterias, lo que eventualmente se convertirá en un riesgo para la salud humana. ¿Las salmoneras se harán cargo de estas secuelas?