Hombre junto a un cachalote varado en la orilla del mar durante un operativo de rescate en la costa.
Un hombre acompaña a un cachalote varado en la costa, símbolo de la fragilidad de la vida marina frente a las amenazas ambientales.

Muertes masivas de ballenas en América Latina por el colapso de los océanos

Las ballenas están enfrentando una de las peores crisis de los últimos años en América Latina. En países como Chile, Argentina y México, se han registrado múltiples muertes masivas y varamientos como resultado del impacto de la actividad humana y del cambio climático sobre los ecosistemas oceánicos. 

Problemáticas como colisiones con embarcaciones, la expansión de proyectos extractivos y el aumento de la temperatura del agua están haciendo que diversas especies lleguen al límite. De acuerdo con expertos de organizaciones ambientalistas como Greenpeace, se trata de un escenario preocupante para todo el planeta, ya que las ballenas cumplen un rol ecológico fundamental. 

Al desplazarse distribuyen nutrientes que sostienen la productividad del océano y, por lo tanto, la vida marina. Por este motivo, su pérdida no solo significaría la desaparición de las propias especies de cetáceos, sino que también alteraría los procesos necesarios para que la vida en el planeta funcione. 

Chile: el país con más muertes de ballenas por choques de barcos

Según datos provistos por un estudio llevado a cabo recientemente por el Center for Oceanographic Research (COPAS), Chile encabeza la lista mundial de muertes de ballenas provocadas por choques con embarcaciones. Las zonas más afectadas son aquellas donde las rutas de navegación se unen con los pasos migratorios de especies como la ballena azul, la sei, la jorobada y la ballena fin. Cada año, docenas de ejemplares son hallados con heridas compatibles con hélices o fracturas producto de los impactos con los barcos.

El crecimiento del tráfico marítimo (propiciado por el aumento del transporte de minerales, combustibles y productos pesqueros) ha hecho que los ecosistemas marinos del Pacífico sur se encuentren al borde del colapso. Para colmo, las ballenas (que dependen del sonido para orientarse, comunicarse y encontrar alimento) se ven desorientadas por el ruido de los motores y las rutas mal planificadas. 

El mayor problema reside en la falta de regulaciones sobre la velocidad con que los buques circulan, así como los desvíos que hacen en zonas de alto tránsito de los cetáceos. Por este motivo, diversas ONGs chilenas reclaman por soluciones urgentes, entre ellas, la reducción de la velocidad en áreas críticas, el monitoreo satelital de las embarcaciones y campañas para concientizar a los capitanes sobre cómo convivir con las ballenas. 

Argentina: un refugio convertido en zona de muerte

El Golfo San Matías, ubicado en la Patagonia argentina, es una de las zonas más importantes para la reproducción de la ballena franca austral. Cada año, cientos de ejemplares llegan a estas aguas para parir y amamantar a sus crías. Sin embargo, ese equilibrio natural está en riesgo por la futura instalación de un puerto petrolero y una planta para licuar gas natural.

Si el proyecto se concreta, habría un aumento drástico del tráfico marítimo y, en consecuencia, mayor riesgo de que se produzcan derrames de hidrocarburos, contaminación acústica y alteraciones del hábitat. Los especialistas advierten que estos impactos podrían transformar a este santuario biológico en una “zona de sacrificio”.

Para luchar contra esta instalación, las comunidades costeras y los científicos locales, han reclamado la suspensión de las obras hasta que se realice una evaluación ambiental del proyecto. Es importante tener en cuenta que la protección de los sitios de reproducción de la ballena franca austral es esencial para recuperar a esta especie que estuvo al borde de la extinción en el siglo XX. 

México: una crisis silenciosa en Baja California Sur

En las costas mexicanas, la situación de la ballena gris es aún más dramática. Durante la temporada 2024-2025, se registraron 92 varamientos en Baja California Sur, una de las cifras más altas en décadas. ¡Los censos también revelaron una disminución del 90% en los nacimientos! y una población estimada de apenas 11.700 a 14 mil individuos, la tercera más baja desde el año 1967.

Las causas detrás de esta catástrofe ambiental es la falta de alimento en las zonas de alimentación del mar de Bering como resultado del derretimiento del hielo ártico. Al no contar con las reservas de grasa suficientes, muchas ballenas llegan desnutridas a las zonas de reproducción y mueren durante el viaje o poco después del parto. 

Los expertos del Programa de Investigación y Monitoreo de Mamíferos Marinos (PRIMMA) confirmaron que la mayoría de los ejemplares analizados no mostraba heridas humanas, sino signos de inanición. De hecho, se encontró un alto porcentaje de ballenas en “condición corporal deficiente”, con huesos visibles bajo la piel. 

Cada ballena que desaparece agrava el cambio climático, ya que estos gigantes contribuyen a fertilizar el plancton, que a su vez captura dióxido de carbono y produce oxígeno. El destino de estos animales (y del planeta) depende de que los gobiernos actúen con responsabilidad, reduciendo las emisiones contaminantes y limitando el tráfico en zonas protegidas.