En lo últimos años, la minería submarina ha ido cobrado adeptos alrededor del planeta. Esta actividad consiste en la extracción de minerales como el cobre, el manganeso, el níquel o el cobalto del fondo de los océanos. Actualmente, la demanda de estos minerales está en auge debido a que se utilizan en la fabricación de baterías y dispositivos como celulares, notebooks y hasta paneles solares.
Sin embargo, científicos y miembros de organizaciones ambientalistas como Greenpeace han manifestado su preocupación por los posibles impactos que esta actividad podría tener sobre los ecosistemas marinos. Y el debate ha alcanzado un nuevo punto con el reciente hallazgo de Asociación Escocesa para las Ciencias Marinas (SAMS), cuyos expertos determinaron que el fondo marino produce oxígeno.
Teniendo en cuenta la crisis climática que atraviesa el planeta ahora mismo, se ha generado un debate sobre cuáles podrían ser las consecuencias a largo plazo de esta práctica minera. Los científicos advierten que conlleva riesgos enormes e irreversibles para la biodiversidad, ya que los ecosistemas marinos más profundos y menos conocidos podrían colapsar.
La minería submarina bajo la mira
El fondo marino alberga grandes depósitos de minerales utilizados en la fabricación de baterías eléctricas, teléfonos móviles y otros dispositivos tecnológicos. Las empresas del sector proclaman que se trata de recursos clave para la transición hacia energías más limpias. Sin embargo, ¿valdría la pena usar esos materiales para producir artefactos “sostenibles” si para ello es necesario destruir los ecosistemas marinos?
Empresas como The Metals Company (TMC) ya han iniciado exploraciones en zonas marinas como la denominada Clarion-Clipperton (que se encuentra en el Océano Pacífico, a la altura de México). Esta compañía está presionando a la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA, por sus siglas en inglés) para que le otorgue permisos de explotación minera.
Sin embargo, un equipo de investigadores liderado por Andrew Sweetman, del grupo de Ecología y Biogeoquímica de la Asociación Escocesa para las Ciencias Marinas (SAMS), realizó un hallazgo en el fondo marino que debería servir para poner un freno total a las intenciones de las mineras: oxígeno oscuro.
Oxígeno en la oscuridad del fondo marino
Hasta hace poco, se creía que la fotosíntesis del fitoplancton era la única fuente de oxígeno generada en los océanos. Sin embargo, la reciente investigación publicada en la revista Nature Geoscience reveló que en el fondo marino existen estructuras conocidas como nódulos polimetálicos que también producen este elemento químico fundamental para la vida en la Tierra.
Estos nódulos son el resultado de pequeños restos biológicos (como dientes o huesos de animales marinos) que a lo largo de millones de años han sido colonizados por bacterias que son capaces de generar oxígeno a través de un proceso que no requiere de la presencia de luz solar. Pero estos mismos nódulos son los que las empresas mineras quieren explotar por su alto contenido de minerales valiosos.
¿Qué podría suceder si se destruyen los nódulos de oxígeno oscuro?
Nadie lo sabe aún. Y ese es el principal motivo por el que los científicos piden a las autoridades mundiales que voten en contra de la explotación minera submarina. Maximiliano Bello, un experto en políticas de conservación marina que ha trabajado durante más de 20 años en la creación de reservas marinas para proteger las áreas más vulnerables del océano, ha advertido que estos nódulos podrían estar involucrados en procesos biológicos clave, y que su destrucción podría generar un desequilibrio irreversible en los ecosistemas marinos.
Durante la más reciente reunión de la ISA, un grupo de 32 países liderado por Chile, propuso realizar una pausa en las actividades de exploración y minería submarina hasta que los impactos de esta actividad pueden ser mejor comprendidos. Lamentablemente, naciones como China se opusieron a la medida y quedó descartada.
Pero lo riesgo que podría ocasionar esta actividad “a ciegas” no deben subestimarse. Es fundamental que tanto los gobiernos como las empresas del sector se hagan responsables de los daños al medioambiente que la minería submarina podría provocar. El futuro de los océanos, y de todo el planeta, está en sus manos.