El pescado es la principal fuente de proteína animal para más de mil millones de personas: de media, el mundo consume unos 20 kg de pescado por persona y año. Por ello, hablemos de pesca sostenible
El Objetivo de Desarrollo Sostenible número 14 aboga por la conservación y el uso sostenible de los recursos marinos, esenciales para garantizar la seguridad alimentaria de gran parte de la población.
El seguimiento de los avances hacia este objetivo es esencial, pero plantea grandes retos.
Pesca sostenible
En todo el mundo, la acuicultura ya ha superado a la pesca
Hasta hace poco, la pesca de captura representaba la mayor parte del mercado de productos del mar. Desde los años 80, la acuicultura (cría de peces, crustáceos y algas) ha despegado hasta tal punto que ya representa más de la mitad de la producción mundial.
Más del 90% de esta producción procede de países del este asiático, que dominan tanto el sector pesquero como el acuícola.
Desde principios de los años 90, la pesca se ha estancado en general. Por ello, muchos países han adoptado un sistema de subvenciones para proteger la oferta local y el empleo en el sector.
Estas subvenciones, que ascienden a unos 10.000 millones de dólares anuales, animan a los pescadores a proseguir sus actividades mientras el valor de las capturas y la rentabilidad siguen disminuyendo.
La pesca ilegal y la sobrepesca amenazan la viabilidad de la producción.
Si se regula eficazmente la pesca y se pone fin a la sobrepesca y a la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada (meta 14.4), es posible apoyar la viabilidad de la industria pesquera, los hábitats acuáticos y la biodiversidad.
Los datos disponibles sobre 54 países y aguas internacionales muestran que los pescadores ilegales y no declarados capturan entre 11 y 26 millones de toneladas de especies marinas al año, lo que representa una pérdida de ingresos para la pesca legal de entre 10.000 y 23.500 millones de dólares cada año.
Los países más amenazados son los de renta baja y media, porque sus capacidades de regulación y control son insuficientes.
Los pequeños Estados insulares en desarrollo dependen en gran medida de la producción pesquera
La producción pesquera es un sector importante para muchas economías, en particular para los pequeños Estados insulares en desarrollo y los países del África subsahariana.
La meta 14.7 se centra en aumentar los beneficios económicos de la explotación de los recursos marinos.
En todo el mundo, 60 millones de personas trabajan a tiempo parcial o completo en la industria pesquera; casi todas ellas viven en países de renta baja o media, y la mitad son mujeres. Las industrias pesquera y acuícola están dominadas por pequeñas estructuras, a menudo familiares, que rara vez emplean a más de 10 personas.
Las zonas marinas protegidas se amplían, pero aumenta la contaminación.
Las zonas marinas protegidas pueden ayudar a reconstituir las poblaciones de peces y actuar como santuarios para la biodiversidad.
En 2014, alrededor del 2% de los océanos del mundo eran «zonas marinas protegidas», con distintos niveles de acceso controlado.
La meta 14.5 pretende preservar al menos el 10% de las zonas marinas y costeras para 2020.
Según datos nacionales, Asia Meridional tenía el menor número de zonas marinas protegidas en sus aguas territoriales en 2014. Pero en 20 años, todas las regiones han progresado.
El estado de la biodiversidad marina y el medio ambiente del planeta están estrechamente relacionados con el nivel de contaminación y acidificación de los océanos.
El número de zonas muertas, donde el oxígeno es demasiado bajo para la vida acuática, aumentó en un tercio entre 1995 y 2007, en gran parte debido a la contaminación por nutrientes.
Junto con la sobrepesca, la pérdida de hábitats y la proliferación de algas, estas zonas muertas se cuentan ahora entre los principales factores de estrés que afectan a los ecosistemas marinos. Hay 405 zonas muertas en las aguas costeras del mundo, que cubren una superficie total de unos 246.000 km².
La distribución de las zonas muertas corresponde a la huella dejada por la actividad humana.
Distribución mundial de unos 400 ecosistemas identificados científicamente como zonas muertas debido a la eutrofización.
El aumento de las concentraciones de CO2 en la atmósfera reduce el pH de los océanos, lo que dificulta la formación de conchas y, por tanto, la vida marina.
En conjunto, el pH de los océanos ha disminuido en 0,1 desde el inicio de la revolución industrial, lo que representa un aumento del 30% de la acidez en la superficie de los océanos.
También es importante controlar la producción de algas a escala mundial. Estos organismos son una de las pocas formas de resolver dos problemas a la vez: por un lado, fijan carbono, lo que contribuye a reducir la acidificación de los océanos, y por otro, limitan la dependencia del pescado para la producción de piensos.
En 2012, el 40% de la producción mundial de algas fue consumida directamente por los seres humanos, el 40% indirectamente en alimentos procesados y el 20% se utilizó en diversas aplicaciones industriales.
Muchas veces falta información sobre el estado de la biodiversidad marina y de los océanos.
Invertir en la recopilación de datos y mejorar los indicadores para evaluar la salud de los océanos y la sostenibilidad de la vida acuática es esencial para supervisar los avances hacia la consecución de las metas establecidas en el ODS 14. Vamos por eso.