La sobrepesca y el calentamiento global han diezmado la población de sardina portuguesa, pero unas estrictas medidas de conservación podrían dar pronto sus frutos
Hubo un momento en el que las sardinas abundaban. Hace mucho tiempo, en las afueras de Lisboa, los aldeanos se reunían a las puertas de sus casas cuando se acercaban las mulas cargadas de cestas rebosantes de sardinas.
Cada hogar reclamaba su parte del tesoro de las aguas portuguesas, un tesoro codiciado más allá de las fronteras nacionales, tan lejos como España.
El marqués de Pombal, estadista con funciones similares a las de nuestros actuales primeros ministros, no estaba nada contento con el contrabando. Un día de 1773, cuando un nuevo cargamento acababa de cruzar ilegalmente la frontera, decidió ponerle coto.
El Marqués fundó rápidamente la Compagnie Générale des Pêches Royales du Royaume d’Algarve, estableciendo una nueva relación entre los pueblos costeros de Portugal: el gobierno central de Lisboa supervisaría en adelante el sector de la sardina.
Si abundancia es sinónimo de realeza, la sardina reinaba en los mares de Portugal hace más de trescientos años. Los peces pelágicos de la región se benefician de un afloramiento de agua fría y muy salina sobre la plataforma continental, que les proporciona una profusión de fitoplancton y zooplancton. En aquella época, los bancos de sardinas podían alcanzar el tamaño de un campo de fútbol y pesar más de diez toneladas.
En la actualidad, el sector sardinero portugués ha sufrido un fuerte declive, debido principalmente a la presión ejercida por el calentamiento global y la sobrepesca.
Los datos científicos recogidos a lo largo de más de un siglo demuestran que Portugal está muy lejos de los niveles de población sostenibles para la sardina iberoatlántica, cuyas poblaciones comparte ahora con España.
En las últimas décadas, la preocupación por la salud de sus poblaciones pesqueras ha llevado a Portugal a adherirse al Consejo Internacional para la Exploración del Mar, organización intergubernamental cuya misión principal es promover la explotación sostenible de los océanos.
Las sardinas del pacífico
Dificultades similares amenazan a la población de sardinas del Pacífico, cuya área de distribución se extiende desde México hasta la frontera canadiense con Estados Unidos. Además de proporcionar a los humanos una fuente de alimentos frescos y enlatados, estos peces también alimentan a multitud de especies marinas, como ballenas, leones marinos, aves marinas e incluso salmones reales.
Tras realizar un inventario en 2020, el Instituto Portugués del Mar y la Atmósfera y el Instituto Español de Oceanografía anunciaron una buena noticia: un aumento de la biomasa de sardinas de unas 110.000 toneladas, el más prometedor de los últimos 15 años.
La noticia ofrece un rayo de esperanza, ciertamente, pero no motivos para relajarse.
El pasado es testigo de las dramáticas consecuencias de unas medidas de conservación mal administradas.
Según los últimos datos recogidos de institutos de investigación españoles, el declive de la sardina en sólo 31 años es colosal. En 1984, la biomasa de sardina ascendía a 1,3 millones de toneladas, diez veces más que en 2015.
Con una flota de casi 130 buques, los cerqueros capturan el 98% de las sardinas …
Con una flota de casi 130 barcos, los cerqueros capturan el 98% de las sardinas de la costa portuguesa. La media de capturas ha disminuido drásticamente desde 1995, lo que ha provocado el aumento del precio de la sardina a su nivel más alto de los últimos 20 años.
Para observar la pesca tradicional de la sardina frente a las costas de Portugal, el pescador Fábio Mateus me invitó a bordo de su cerquero, el Flor de Burgau. Expresa su preocupación por las presiones legislativas que pesan sobre el sector pesquero portugués.
En 2019, el Gobierno portugués ha tomado medidas drásticas y sin precedentes al limitar la cuota anual a 10.000 toneladas de sardinas, 14.600 toneladas menos que en 2018. La decisión fue enérgicamente contestada por los pescadores y la industria conservera. Por otro lado, las poblaciones de peces mostraron signos de recuperación a finales de 2019.
Sin embargo, con el bajo precio actual de la sardina, no se sabe cuánto tiempo se puede aguantar.
A pocas millas náuticas del cabo de San Vicente, el aire fresco del ambiente no es rival, ni siquiera para el crepúsculo.
El viaje, será testigo de la recuperación de la población portuguesa de sardinas tras una década de restricciones legales a la pesca. Los especialistas creen que han llegado a un punto de inflexión. «Hemos pasado una crisis, es cierto, pero ahora el mar está lleno de sardinas», aseguran los científicos mientras maniobra el cerquero en la oscuridad. Sin embargo, la ausencia de peces atenúa su optimismo.
Unos minutos antes de que el sol apareciera en el horizonte, la misión iniciada a las 2 de la madrugada parecía condenada al fracaso. De repente, un punto rojo aparece en la pantalla del sonar. Alertados por la sirena, seis hombres saltan de sus literas bajo cubierta y cogen su equipo.
Las sardinas pueden reproducirse y desarrollarse adecuadamente en un entorno acuícola.
Aparte de la pesca tradicional, la especie podría encontrar su salvación mediante proyectos innovadores de acuicultura, como la cría de peces en un medio acuático controlado.
Pruebas a ciegas han demostrado que los consumidores que declaran su preferencia por las sardinas salvajes son incapaces de distinguir entre el pescado natural y el de piscifactoría.
Según algunos expertos, especies más abundantes como el jurel también podrían aportar una solución. Aunque este pescado no puede sustituir el sabor de las sardinas salvajes frescas, podría ser interesante para la industria conservera, donde las técnicas de aderezo y procesado hacen que la diferencia de sabor sea casi imperceptible.
Una veintena de conserveras, entre ellas Conserveira do Sul en la foto de arriba, tienen que abastecerse de sardinas en otros lugares para satisfacer la demanda local. El pescado procede de España, Rusia y los Países Bajos.
Necesitamos implicar a todo el sector si queremos garantizar un futuro estable para la pesca.