Los tomadores de decisiones y la sinceridad y la coherencia como valores de las personas que están dispuestas a colaborar de verdad con la situación crítica a nivel medioambiental.
Qué difícil es manejar mandatos contradictorios para los tomadores de decisiones, especialmente cuando no pueden llorar el mundo infinito.
Las manifestaciones de su negación de los límites planetario residen en su deseo de tratar a los peores de los mejores con los mejores de los peores. Los coches térmicos emiten demasiado CO2, bueno, reemplácelos por coches eléctricos, la agricultura intensiva utiliza demasiada agua, bueno, usemos OGM, el plástico envenena los océanos, bueno, tomemos medidas (no vinculantes) para reciclar.
En estos pocos casos entre mil posibles, no se trata de hablar de sobriedad, ni sobre todo de cuestionar el dogma del volumen de producción: sólo la sustitución tiene derecho a hablar.
Evidentemente, al querer que todo sea su contrario, crecimiento y reducción de emisiones de GEI, lo imprescindible y lo superfluo, precios bajos y derechos humanos respetados, la preservación de la biodiversidad marina sin regular la sobrepesca, el turismo de masas y los aviones que baten las alas.
El dilema del “al mismo tiempo” siempre acaba encontrando sus límites, en un planeta limitado en recursos.
¿Qué pasaría si la coherencia y la sinceridad se convirtieran en la nueva brújula de los líderes? ¿No sería éste un nuevo camino a seguir para actuar finalmente con eficacia, para acabar con el «bla blabla» de actuar sin actuar sobre discursos vacíos para salvar el planeta, como aquellos a los que todavía hemos tenido derecho de la reciente Cumbre Un Océano?
Para tener éxito en este desafío, es apropiado considerar la coherencia como la primera condición de la sinceridad.
Es momento de coherencia y sinceridad para salvar el planeta
Ser coherente en política significa, por ejemplo, evitar criticar una dispersión de candidatos añadiendo los suyos propios, o pretender descarbonizar la economía continuando subsidiando los combustibles fósiles, lo cual es tan absurdo como ensalzar las virtudes de un régimen prescribiendo tartiflette en todas las comidas.
La filósofa Cynthia Fleury escribió en 2010 un libro sobre el fin del coraje que presenta claramente las razones de la desconfianza de los ciudadanos hacia la política. Mencionó que el tomador de decisiones valiente es muy raro, a menudo solitario, y su marca desaparece rápidamente tan pronto como desaparece.
Sólo la ética colectiva del coraje es sostenible, y esto es precisamente lo que los protectores de la vida están tratando de lograr.
En el marco de las elecciones, por ejemplo. Bueno, habría que mirar con este prisma a los candidatos.
Así, en cuanto a la ecología, muchas veces no esperamos nada y, aun así, ¡estaremos decepcionados! ¡Porque está claro que al ritmo actual de acumulación de calamidades ambientales, estamos fracasando colectivamente en nuestro deseo de transformar nuestro modelo de sociedad con un respeto sincero por los bienes comunes!
Para detener esta mala dinámica, los denunciantes, las casandras benévolas, los que impiden el greenwashing en los círculos, los promotores de la inteligencia colaborativa, los profesionales de la RSE y los científicos desean ayudar a los ciudadanos del mundo a tomar conciencia de la gran mentira de la que están prisioneros.
Y si los amantes de cuidar la naturaleza a veces se sienten solos en este largo viaje hacia la coherencia y la sinceridad, coincidamos en que es mejor sufrir con dignidad que aceptar la mentira de la ilusión.
Entonces, colectivamente: atrevámonos a ser coherentes denunciando los engaños de quienes explotan crudamente la responsabilidad social (RSE) para justificar su incapacidad de afrontar la implacable realidad de la biofísica.
La hipocresía, el egoísmo, la avaricia, la cobardía y la ignorancia son los contravalores más compartidos entre estos partidarios de la inacción así como entre los manipuladores aficionados al astroturfing. Mientras, los océanos se llenan de microplásticos, los bosques desaparecen y el aire se contamina, para poner tristes ejemplos reales.
Atrevámonos a ser sinceros y dejemos de mentirnos sobre la validez real de los compromisos solemnes para el planeta, cuando todos los indicadores de la vida muestran, por el contrario, que nos dirigimos cada vez más rápido hacia la sexta extinción.