El aumento del nivel del mar deja bajo el agua a comunidades costeras de América Latina

El aumento del nivel del mar deja bajo el agua a comunidades costeras de América Latina

El aumento del nivel del mar provocado por el cambio climático está forzando a miles de personas de toda Latinoamérica a abandonar sus hogares. A medida que las temperaturas globales siguen batiendo récords mes a mes, comunidades costeras de países como Colombia, Panamá, Puerto Rico, Guatemala y México padecen la erosión de sus costas, la destrucción de sus viviendas y la pérdida de sus modos de subsistencia.

Como suele suceder con todo lo relativo al cambio climático, las consecuencias más devastadoras siempre afectan en mayor medida a las regiones más vulnerables del planeta. América Latina se está convirtiendo en el foco de todos sus efectos nocivos: desde la temible erosión costera, hasta terribles inundaciones, incendios forestales, y olas de calor cada vez más extremas. 

Lamentablemente, para esta gente los efectos de la crisis climática no son un problema futuro, sino una realidad que ya se materializa en sus vidas cotidianas. Pero lo que es peor, los expertos consideran que la situación podría agravarse mucho más en los próximos años ante la falta de acción de los gobiernos. Los científicos prevén que, para el año 2050, ¡más de 200 millones de personas se vean desplazadas por el agua! 

Los efectos del aumento del nivel del mar en los países latinoamericanos

Diversas comunidades costeras de América Latina ya han dado muestra de lo que el aumento del nivel del mar puede generar. En lugares como Tabasco (México), el océano ha avanzado más de 500 metros tierra adentro, destruyendo viviendas y obligando a las familias a abandonar sus hogares. 

Algo similar debieron atravesar las comunidades indígenas wayúu que habitan en La Guajira colombiana, donde el imparable avance del mar forzó los desplazamientos de varias familias y acabó con los árboles, las casas y hasta las lanchas que los habitantes utilizaban para procurarse el alimento de cada día.  

A mediados de 2023, en el departamento guatemalteco de Iztapa, ubicado a orillas del Océano Pacífico, las olas avanzaron una noche y arrastraron las tumbas y los féretros del cementerio. Esta catástrofe no solo significó un doloroso evento para la comunidad, sino que puso en riesgo la salud de todos sus habitantes cuando los cadáveres contaminaron las napas de agua. 

Soluciones que se convierten en problemas

Ante la desesperación por proteger a las comunidades costeras, muchos gobiernos terminan agravando los problemas al apresurarse a tomar medidas a corto plazo. En Colombia, por ejemplo, el intendente de Riohacha quiso resguardar a su ciudad mediante la construcción de espolones para frenar el avance del mar. ¿El resultado? Las olas fueron desviadas hacia las tierras ocupadas por los indígenas wayúu, destruyendo todo a su paso. 

En Puerto Rico sucedió algo similar. Los dirigentes de Arecibo decidieron construir un rompeolas para proteger los barrios de su municipio. Pero nada puede detener el avance del agua. Estas estructuras solo desviaron el oleaje hacia otras áreas desprevenidas, y en muchos casos, exacerbando la erosión del mar.  

Es por eso que miembros de organizaciones ambientalistas como Greenpeace Colombia o The Nature Conservancy, junto a la comunidad científica, están abogando porque los gobernantes se concentren en diseñar estrategias de adaptación que consideren las consecuencias a largo plazo y que no trasladen el problema de un lugar a otro.

Sin datos precisos, es imposible prepararse

En julio de 2023, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) informó que se trataba del mes más caluroso de la historia registrada. Pero ese récord solo duró un año. De acuerdo con el último informe del Servicio de Cambio Climático Copernicus, la Tierra ya lleva 12 meses consecutivos con una temperatura media global que supera en 1,5 °C a la de la era preindustrial.

Esto significa que el nivel del mar seguirá aumentando en el futuro cercano. Y para enfrentar esta realidad, es necesario conocer qué puntos del planeta serán los más afectados. Sin embargo, en muchas regiones de América Latina, la falta de estaciones de monitoreo y, por lo tanto de datos confiables, dificultan la tarea. 

Por este motivo, el jefe del Laboratorio de Ecología Oceánica del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA, Carlos del Castillo, considera fundamental que los gobiernos latinoamericanos inviertan en nuevas infraestructuras que permitan monitorear el incremento del nivel del mar. Solo así será posible determinar qué medidas pueden tomarse para proteger a las comunidades más vulnerables.