El mar es un recurso tremendamente importante para el hombre, y algunas de las mayores ciudades del mundo están situadas a lo largo de la costa para el comercio y la pesca comercial: ¿podremos protegerlas de las consecuencias de la deforestación?
Los océanos están en la mira de los ecologistas y conservaduristas del mundo, pues están en peligro por una multiplicidad de aspectos, que se entrecruzan en un complejo entramado negativo que preocupa.
Vínculo entre la deforestación y el deterioro de los mares
Cualquier subida del nivel del mar afectaría directamente a estas metrópolis, provocando inundaciones y la posible interrupción de los sistemas de alcantarillado y tránsito, además de inundar las parcelas agrícolas vecinas.
Un cambio en el nivel del mar también afectará a ecosistemas costeros como deltas fluviales, humedales, pantanos y bosques bajos, que desempeñan un importante papel en la prestación de servicios a la humanidad, además de albergar diversidad biológica.
Aunque el nivel del mar ha sido más alto en el pasado, hoy hay menos espacio para las especies afectadas por las inundaciones, ya que los edificios y el hormigón ocupan ahora las zonas que antes eran extensiones de su entorno.
La humanidad moderna es tan dependiente de las condiciones existentes, que un cambio en el nivel del mar, aunque sea de 10-20 pulgadas (25-50 cm) tendrá un efecto drástico en nuestra sociedad.
El calentamiento global es un problema tanto social como medioambiental.
Cambios en los ecosistemas
Los científicos prevén que el cambio climático provoque cambios importantes en la distribución de las especies y los ecosistemas, aunque sigue habiendo un debate considerable sobre cómo afectará el cambio climático a ecosistemas concretos.
Las simulaciones de un calentamiento moderado del clima muestran que los arrecifes de coral disminuirán considerablemente en los próximos 50 años debido al aumento de la temperatura del agua y de la acidez del océano, y un destino similar correrán muchos organismos que forman la base de la cadena alimentaria oceánica.
En tierra, el permafrost de los paisajes helados podría derretirse y dar paso a la vegetación forestal, mientras que los cinturones agrícolas podrían desplazarse hacia los polos.
En el Amazonas, se prevé un aumento de las temperaturas, con la consiguiente desecación de los bosques y la expansión de la sabana.
En África, el cambio climático puede alterar los patrones meteorológicos estacionales regulares en amplias regiones del continente, reduciendo las precipitaciones en algunas zonas y produciendo más lluvias en la región del Sahel, azotada por la sequía.
La buena noticia es que algunas emisiones de carbono pueden anularse plantando árboles, que absorben carbono en sus tejidos mediante la fotosíntesis.
Los bosques tropicales tienen el mejor potencial para la mitigación de los gases de efecto invernadero, ya que poseen la mayor capacidad para almacenar carbono en sus tejidos a medida que crecen.
La reforestación de 3,9 millones de millas cuadradas -10 millones de km2- podría secuestrar entre 3.700 y 5.500 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono en los próximos 50-100 años.
Ya se han puesto en marcha en todo el mundo varios proyectos de plantación de árboles destinados específicamente a mitigar las emisiones de carbono, incluida una propuesta presentada por una coalición de países en desarrollo en la conferencia de la Organización Naciones Unidas sobre el clima celebrada en 2005 en Montreal para solicitar compensaciones en forma de pagos de carbono por la conservación de los bosques.
Esta propuesta se ha convertido desde entonces en el llamado mecanismo de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación o REDD +, que se espera movilice decenas de miles de millones de dólares en financiación de carbono para la conservación de los bosques tropicales.
Aunque sistemas como éste podrían ofrecer a los países tropicales pobres la posibilidad de sacar provecho de sus activos naturales sin destruirlos, la mala noticia es que, incluso si se invirtieran hoy las emisiones de carbono, transcurrirían unos 50 años antes de que se pudieran frenar los efectos, debido a la inercia térmica de los océanos, es decir, a su capacidad para almacenar calor. Así pues, los efectos de las emisiones del pasado no son del todo evidentes hoy en día.
Los pulmones de la Tierra, incluídos sus océanos
Aunque a menudo se exagera el papel de las selvas tropicales en la generación de oxígeno -los microorganismos producen más oxígeno en los océanos del mundo-, las selvas tropicales producen oxígeno como subproducto de la fotosíntesis.
Algunos científicos estiman que el 20% del oxígeno del planeta lo generan los bosques tropicales.
Sin embargo, la producción de oxígeno de los bosques tropicales se ve contrarrestada en gran medida por la respiración de las plantas, que se produce por la noche.
Por lo tanto, es más apropiado pensar que las selvas tropicales son “los pulmones de la Tierra“ por su papel en el secuestro de carbono y el aumento de la humedad local.
Una profunda reflexión sobre este tema es necesaria, para poder revertir y accionar en sentido contrario.