La contaminación de los océanos ha aumentado en los últimos siglos. Anualmente, 13 millones de toneladas de plástico terminan en sus aguas. Dichos vertidos, están impactando sobre los ecosistemas y su sostenibilidad.
Al hablar de la contaminación del mar, la cifra de ingresos de plásticos podría duplicarse para el año 2050. Asimismo, los residuos procedentes de las actividades industriales, agrícolas y ganaderas completan las aguas de fertilizantes, otros elementos químicos y desechos orgánicos.
Mientras todo esto ocurre, el océano capta gran parte del dióxido de carbono que no para de aumentar en la atmósfera, generando la acidificación de sus aguas.
La contaminación hace referencia al ingreso en un medio de sustancias o elementos que no deberían estar en él y que atentan contra el equilibrio de los ecosistemas.
Si bien la contaminación de los océanos comenzó en el momento en que los seres humanos empezaron a hacer uso de sus recursos y a navegar por él, lo cierto es que se ha disparado en los últimos siglos. Hoy en día, la contaminación por plásticos, el vertido de nutrientes y la acidificación de las aguas están entre los grandes impactos sobre los ecosistemas.
Los océanos son esenciales para la vida en la Tierra. De ellos depende la obtención del oxígeno que respiramos y los alimentos que comemos. Además, contribuyen con la regulación del clima y los ciclos atmosféricos. De todos modos, las presiones provocadas por la actividad humana insostenible están generando la contaminación y la destrucción de entornos que eran vírgenes.
Las causas y sus consecuencias de la contaminación de los océanos
La contaminación del mar, al igual que la terrestre, presenta numerosas caras y diferentes protagonistas. Hacer un repaso de todos los elementos que afectan a sus aguas es complicado, pero no imposible. Algunas de las principales causas de la contaminación del mar y sus consecuencias son:
El uso de plásticos
Los plásticos son la fracción más grande y dañina de los desechos marinos y representan al menos el 85 % del total de los residuos que se encuentran en las aguas. Se calcula que los residuos plásticos que entran en los océanos cada año alcanzan los 11 millones de toneladas métricas y si no se encuentra una solución global, la cifra seguirá aumentando.
La contaminación plástica no se degrada, sino que se descompone en piezas cada vez más pequeñas denominadas microplásticos a lo largo de cientos e incluso miles de años. Estos microplásticos dañan los ecosistemas marinos de forma tanto física como química. Una de las consecuencias más visibles es el ingreso de estos residuos en la cadena trófica de los seres vivos. Por ejemplo, se han encontrado trozos de plástico en el estómago de tortugas, aves, peces y otros animales marinos y costeros.
La presencia de residuos va más allá del plástico y también tiene un impacto en los hábitos de algunos animales. Algunos estudios han dado cuenta que que los pulpos prefieren cobijarse y poner sus huevos en latas o botellas antes que en sus refugios naturales, lo que puede tener diversas consecuencias.
Los vertidos
Los plásticos tardan cientos o incluso miles de años en descomponerse en piezas más pequeñas hasta que son prácticamente invisibles. De todos modos, hay otro tipo de contaminantes que son invisibles desde el primer momento en el que tocan el agua del mar. Entre ellos están los nutrientes que llegan de las actividades agrícolas, los metales pesados presentes en los aparatos electrónicos, las bacterias de las aguas fecales o los químicos utilizados en las industrias.
La acidificación de las aguas
Los océanos absorben gran parte del dióxido de carbono que nuestras actividades mandan a la atmósfera. Esto colabora con la mitigación de los efectos del cambio climático, pero al mismo tiempo, aumenta la acidificación de las aguas.
Algunos animales, como las ostras y los corales, tienen menos capacidad de formar sus conchas y sus esqueletos en las aguas más ácidas. Otros, como el pez payaso, encuentran más dificultades para detectar a sus depredadores. Estas son algunas de las consecuencias como el aumento de las emisiones de dióxido de carbono provocadas por el cambio climático.
En resumen, para poner solución a este problema es necesario generar políticas que tengan en cuenta los rasgos locales y a su vez un alcance global. Y es que el mar no conoce fronteras y, por ello, tampoco las tiene la contaminación.