La industria del turismo es una de las mayores del mundo, genera miles de millones de dólares para la economía mundial y contribuye al sustento de aproximadamente uno de cada diez habitantes del planeta. Por eso volcarse al turismo sostenible es tan buena idea
¿De qué hablamos cuando hablamos de turismo sostenible?
En muchos países -tanto en desarrollo como muy desarrollados- el turismo se considera, con razón, un motor de crecimiento y un medio de mejorar la suerte de personas que, sin los ingresos que genera, se enfrentarían a grandes dificultades económicas.
Este turismo se basa en gran medida en el medio ambiente: magníficos parajes naturales e imponentes paisajes marinos atraen a millones de visitantes en busca de espacio, de un nuevo impulso vital y de un contacto directo con la naturaleza.
El turismo costero y marino representa una parte considerable de estas actividades.
También es una parte importante de la economía azul, una economía sostenible en auge que proporciona más de 6,5 millones de puestos de trabajo, sólo superada por la pesca industrial.
Con una tasa de crecimiento estimada superior al 3,5%, el turismo costero y marino debería representar el 26% de la economía azul de aquí a 2030, lo que lo convertiría en el primer segmento en términos de valor añadido.
El crecimiento y las condiciones de vida de las poblaciones de regiones como el Caribe y el Sudeste Asiático dependen en gran medida del turismo, y deberían beneficiarse del desarrollo del turismo costero y marino, sobre todo teniendo en cuenta que cada vez son más las personas que disponen de medios para viajar al extranjero, como los chinos.
Por tanto, es esencial, pero también cada vez más complejo, gestionar adecuadamente este desarrollo para garantizar la preservación de los ecosistemas de los que depende este tipo de turismo. Capitalizar la «riqueza de los océanos» requerirá un enfoque proactivo para determinar las inversiones que deben realizarse, utilizando métodos como la ordenación del espacio marítimo, la definición, financiación y gestión de las zonas marinas, o nuevas herramientas para ayudar a las comunidades locales y a los gobiernos a tomar las mejores decisiones a largo plazo.
Que la naturaleza está en el centro de muchas de las actividades turísticas del mundo es evidente: los viajeros están dispuestos a meterse la mano en la cartera para regalarse una habitación con vistas al océano, y palabras como «cristalino», «aislado» y «prístino» aparecen a menudo en las descripciones de playas, arrecifes de coral y vastos paisajes marinos.
Pero la dependencia de la industria turística de un medio ambiente sano no es la única razón para proteger los océanos. Un arrecife de coral no es sólo una atracción turística, también desvía las olas que causan la erosión costera y reduce el riesgo de que las tormentas azoten la costa.
Los científicos también explican que los manglares y las praderas marinas tienen una excelente capacidad para absorber y almacenar CO2.
Limitan las emisiones que provocan el cambio climático, al tiempo que proporcionan zonas de crecimiento para las especies marinas.
Y, por supuesto, estos ecosistemas costeros proporcionan el pescado y el marisco con el que se dan un festín los turistas de todo el mundo, y son fuente de alimentos e ingresos para las poblaciones locales más pobres.
Por tanto, la naturaleza aporta un valor añadido considerable al turismo y a otras industrias.
Sin embargo, a menudo es difícil determinar con exactitud de dónde proceden estos beneficios.
Sin embargo, este conocimiento podría conducir a una inversión más inteligente en programas de gestión y conservación que beneficien tanto a la naturaleza como a las actividades turísticas que alimentan las economías de las regiones costeras.
The Nature Conservancy asociada con el Grupo del Banco Mundial y otros socios de desarrollo impulsan y ponen en marcha el programa Mapping Ocean Wealth (MOW) para promover toda esta información vinculada a esta tema clave.
La investigación y la innovadora modelización llevadas a cabo en el marco de este programa revelaron que los arrecifes de coral de todo el mundo son responsables de más de 70 millones de viajes al año, lo que los convierte en un poderoso motor de la industria turística.
En total, estos arrecifes aportan la extraordinaria cifra de 36.000 millones de dólares a la economía mundial.
De estos 36.000 millones de dólares, 19.000 millones proceden directamente de actividades «en los arrecifes», como el submarinismo, el buceo con tubo, los viajes en barco con fondo transparente y la observación de la vida submarina en los arrecifes. Los otros 16.000 millones proceden del turismo «en torno al arrecife», ya sea admirando magníficos paisajes, disfrutando de hermosas playas y degustando el marisco local, o practicando windsurf y otras actividades en aguas protegidas por arrecifes de coral.
Ya se están reconociendo las consecuencias de estos nuevos conocimientos. Los datos del programa se utilizaron ampliamente en un reciente informe del Banco Mundial para fundamentar nuevas políticas e inversiones en la región.
En todo el mundo hay millones de arrecifes de coral en más de 70 países y territorios, arrecifes que generan más de un millón de dólares en ingresos por kilómetro cuadrado. Sostienen la economía y el sustento de miles de personas en Florida, las Bahamas y el Caribe, México, Indonesia, Australia, las Maldivas, Mauricio y muchos otros países.
De estas cifras y datos impactantes sobre el valor económico y ecológico de los océanos, surge un mensaje fundamental: la protección y el aprovechamiento sostenible de nuestros mares no es solo una obligación ética, sino también una oportunidad económica inmensa.
El turismo sostenible, especialmente en regiones costeras y marinas, no solo salvaguarda la biodiversidad y los ecosistemas críticos, sino que también puede surgir como un pilar de crecimiento económico y desarrollo social.
Los esfuerzos de estas y otras organizaciones son ejemplos de cómo la investigación y la innovación pueden guiarnos hacia un futuro donde la economía y la ecología coexisten en armonía.
Por eso, a medida que los desafíos ambientales se suceden sin cesar, el turismo sostenible puede ser una estrategia vital, que ofrezca un camino hacia la resiliencia económica y la conservación ambiental.
En última instancia, al invertir en la protección de nuestros océanos, estamos invirtiendo en nuestro propio futuro, asegurando que las futuras generaciones hereden un mundo no solo habitable, sino próspero y lleno de maravillas naturales.