El tiempo corre para la protección de uno de los ecosistemas marinos más valiosos de Argentina: el Agujero Azul. Si el proyecto de ley que busca crear un Área Marina Protegida bentónica en esta zona no se aprueba antes de fin de año, perderá estado parlamentario y dejará completamente vulnerable a la región.
Este enorme territorio submarino, ubicado más allá de la milla 200, en el Océano Atlántico, está en riesgo desde hace décadas debido a la explotación descontrolada ejercida por la pesca de arrastre de diversas industrias pesqueras internacionales.
Se trata de un área de 148 mil kilómetros cuadrados de extensión cuya protección no solo permitiría preservar la biodiversidad marina, sino también fortalecer la soberanía del país en una zona crítica del océano. Por si fuera poco, en el Agujero Azul yacen los restos del submarino ARA San Juan y su tripulación, lo que añade un gran valor simbólico a la decisión que deberá tomar el Senado.
La importancia ecológica del Agujero Azul
El Agujero Azul es una región marina bentónica (es decir, del fondo marino) donde habita una gran diversidad de especies marinas que dependen del lecho marino para vivir. Esta zona alberga desde jardines de corales blandos y campos de esponjas, hasta arrecifes de coral y equinodermos como estrellas de mar, erizos, moluscos y crustáceos.
Pero además, el Agujero Azul cuenta con cañones submarinos que conectan la plataforma continental argentina con la cuenca oceánica profunda. Esta conexión facilita la circulación de nutrientes esenciales para la vida marina entre ambas regiones, por lo que resulta de vital importancia para todas las especies que viven allí.
¿Qué amenazas enfrenta actualmente el Agujero Azul?
Desde hace años, la pesca de arrastre internacional se ha instalado apenas afuera de las 200 millas de la Zona Económica Exclusiva de Argentina (ZEEA). Los enormes barcos y sus redes arrasan con los fondos marinos, destruyendo los hábitats y liberando el dióxido de carbono que se encuentra almacenado en el suelo marino.
Esta práctica no solo afecta terriblemente a las especies marinas de la zona, sino que además contribuye a empeorar el cambio climático, ya que los gases de efecto invernadero almacenados por el fondo marino son liberados por este método barbárico. Es por eso que, a menos que el Senado argentino vote a favor de la creación de un área marina protegida, la pesca descontrolada seguirá destruyendo el Agujero Azul.
¿Qué es la pesca de arrastre?
La pesca de arrastre es una de las técnicas más utilizadas por la industria pesquera internacional y la que más daño produce a los ecosistemas marinos. Consiste en el uso de redes pesadas que se van arrastrando por el fondo del mar, barriendo todo a su paso. Se trata de una práctica que no “discrimina” entre especies, por lo que captura tanto aquellos especímenes de valor comercial como otros que no lo son y que luego son descartados como los corales y las esponjas.
No es raro ver que las redes de arrastre capturen grandes cantidades de animales que, al no poder venderse, terminan siendo devueltos al mar ya muertos o quedan flotando en el océano gravemente heridos. Se calcula que actualmente, las flotas internacionales pescan ¡más de 200 mil horas al año en el Agujero Azul!
Por este motivo, organizaciones ambientalistas como Greenpeace Argentina están luchando para que el Senado vote a favor de la creación del Área Marina Protegida Bentónica Agujero Azul. De lo contrario, si sigue sin haber regulaciones estrictas, esta actividad continuará degradando los ecosistemas marinos y poniendo en riesgo la biodiversidad de toda la región.
Los poteros y la pesca de calamar
La otra gran amenaza del Agujero Azul tiene que ver con la pesca de calamar mediante poteros. Esta técnica utiliza líneas con múltiples anzuelos iluminados para atraer a los calamares y es una de las más utilizadas por las flotas internacionales que operan en la columna de agua sobre la plataforma continental extendida de Argentina.
Y si bien la pesca de poteros no destruye el fondo marino como la pesca de arrastre, sí tiene un impacto tremendo en las poblaciones de calamares. La sobrepesca de esta especie clave en la cadena alimentaria marina (alimento básico de una gran variedad de depredadores) puede desequilibrar todo el ecosistema marino.
El principal inconveniente con los poteros es que operan en aguas internacionales, donde Argentina no tiene derecho a reclamar nada. Pero esto cambiaría drásticamente si se dictamina la protección del Agujero Azul, ya que el país podría contar con apoyo internacional para regular y controlar las actividades pesqueras en esa región.
Tratado de Alta Mar: el primer paso
En junio de este año, Argentina demostró su compromiso con la conservación de los océanos mediante la firma del Tratado de Alta Mar. Este acuerdo, firmado por más de 90 países del planeta, busca establecer un marco legal para la conservación de la biodiversidad marina en aguas internacionales. Sin embargo, para que este tratado entre en vigor, necesita ser ratificado por al menos 60 países.
La creación del Área Marina Protegida Bentónica Agujero Azul permitiría a la Argentina exigir mayores niveles de protección en las aguas internacionales que se encuentran sobre esta región. La aprobación de la ley para proteger al Agujero Azul es un paso más allá. Los senadores argentinos tienen la responsabilidad de consolidar la soberanía argentina en el Atlántico y de reafirmar el compromiso del país con la protección del medioambiente. ¿Estarán a la altura?