Activista de Greenpeace con cartel contra la minería submarina frente a un palacio de cristal, junto a una animación luminosa de una medusa que simboliza la biodiversidad marina amenazada.
Greenpeace se manifiesta contra la minería en aguas profundas, advirtiendo sobre sus efectos destructivos para la biodiversidad marina y el equilibrio climático global.

¿Por qué los océanos siguen desprotegidos?

El avance de la minería submarina genera cada vez más rechazo en todo el mundo por los peligros que representa para la biodiversidad marina y el cambio climático. De acuerdo con los expertos, los riesgos ambientales derivados de esta industria son altísimos, por lo que organizaciones ambientalistas como Greenpeace Colombia se han manifestado en contra de esta práctica destructiva. 

Una orden ejecutiva reciente, impulsada por el presidente estadounidense Donald Trump, busca facilitar la adquisición de permisos para aquellas empresas que explotan recursos minerales en aguas profundas. Pero Trump no se conforma con destruir los ecosistemas marinos de su país, sino que además busca explotar zonas internacionales. 

Entre las regiones más codiciadas por la industria se encuentra la de Clarion-Clipperton, ubicada en el océano Pacífico. Ante este avance, científicos y ambientalistas han coincido en alertar que las acciones humanas en estos ecosistemas únicos podrían alterar el equilibrio de todo el planeta. 

¿Qué es la minería submarina?

La minería submarina es una actividad extractiva que busca obtener minerales del suelo marino. Se realiza en aguas profundas, por lo general, pasando los mil metros de profundidad. ¿Qué buscan las empresas extractoras? Metales como el níquel, el cobalto, el manganeso o el cobre, que ahora mismo están en boga porque se utlizan en la fabricación de baterías, celulares y tablets, entre otros dispositivos.

Si bien aún se encuentra en una etapa experimental, las industrias utilizan robots submarinos y maquinaria especializada que remueven los sedimentos del fondo oceánico y los transportan a la superficie. Se trata de una técnica completamente destructiva que altera para siempre los hábitats de especies que las profundidades y, en muchos casos, aún no han sido descubiertas. 

Los impactos de esta práctica van desde la destrucción de ecosistemas únicos y la liberación de metales pesados, hasta la contaminación acústica (en cetáceos que utilizan el sonido para comunicarse) y la alteración de los ciclos naturales del océano. 

¿Por qué los océanos siguen desprotegidos? 

Uno de los mayores inconvenientes a la hora de proteger los océanos de esta industria es la falta de un consenso internacional para regularla. Estados Unidos, por ejemplo, aún no ha ratificado la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Sin embargo, es parte de los organismos que deciden qué se puede hacer y qué no en los océanos de todo el planeta.

Hasta el momento, el único organismo que puede emitir permisos de exploración o explotación en aguas internacionales es la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA, por sus siglas en inglés), creada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Pero mandatarios como Trump están poniendo en duda su potestad. 

Mientras tanto, organizaciones como la Coalición para la Conservación de las Profundidades Marinas (DSCC, por sus siglas en inglés) han advertido que permitir la minería en el fondo del mar sin saber cuáles podrían ser sus efectos para el planeta es como entregarle el patrimonio de la humanidad a unas pocas empresas. 

Empresas en contra de esta práctica

Por suerte, los ambientalistas no son los únicos que se han opuesto a la minería submarina. Varias empresas tecnológicas de primer nivel (entre ellas Google, Apple o Microsoft) han anunciado que no utilizarán minerales extraídos del fondo del océano en sus productos.

A su vez, algunos estados pertenecientes a Estados Unidos (como California, Hawái y Oregón) han prohibido la minería en las aguas que están bajo su control. Y a nivel internacional, países como Francia, Alemania, Chile y Costa Rica se han manifestado a favor de una moratoria que prohíba cualquier tipo de actividad submarina hasta que se comprendan la totalidad de sus riesgos. 

Así fue como en la última asamblea de la ISA, se negó la aprobación a una solicitud para explotar el fondo del océano por parte de la empresa minera The Metals Company. Esta decisión es una muestra de que cuando la sociedad en su conjunto se opone a las actividades que destruyen el medioambiente, es posible poner un freno al lobby de los empresarios. 

Al fin y al cabo: ¿quién se hará responsable si al explotar los recursos minerales submarinos algo sale mal? ¿Qué empresas se harán cargo de restaurar esos ecosistemas? Las respuestas aún no están claras y, por lo tanto, lo más sensato es poner un freno y dejar trabajar a los científicos para que evalúen los riesgos.